Actualizado 17/09/2018 08:00

Francisco Muro de Iscar.- ¿Doce años o 120 días?

MADRID, 17 Sep. (OTR/PRESS) -

Fue una esperanza que se fue derrumbando porque ni los suyos creían en él, sobre todo los que tenían el poder. Luego, cuando todos los signos parecían anunciar su hundimiento definitivo --yo lo vi "con una claridad abrumadora"-- resucitó, recuperó el poder en el partido, ganó la moción de censura y llegó a la presidencia del Gobierno. Y aunque anunció que iba a convocar elecciones cuanto antes, cuando pisó las alfombras de La Moncloa decidió olvidar las promesas y gobernar como si no hubiera ni mañana ni rivales. Hace unos días, justo cuando cumplía 100 en el poder, antes de lo de la tesis de Montón y del debate en el Congreso sobre la suya propia, Pedro Sánchez reclamó doce años para asentar su proyecto político. Doce años en una sociedad donde las cosas cambian cada cuarto de hora y donde se tambalea lo que parecía más firme.

Y estalló la catástrofe que amenaza con devolverle a la Universidad, a la misma donde defendió su tesis, plagiada o no. Decía Italo Calvino que "toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible". Aunque no sepamos dónde vamos. Sánchez es uno de los grandes expertos mundiales en escapar de las crisis. La política se está convirtiendo en un confuso y extraño baile de máscaras en el cual cada líder político se esconde detrás de una falsa apariencia, baila de perfil y trata de engañar a su pareja. Y cuando es descubierto, se defiende airadamente, amenaza al contrario y trata de sobrevivir al precio que sea. La política española se mueve hoy entre el esperpento, las 'fake news', las denuncias comprobadas, la incapacidad de pactar y la imposibilidad de gobernar.

Nadie sabe cómo hincarle el diente al problema catalán, pero mientras tanto los independentistas tienen el poder y siguen adelante, especialmente porque los que tienen que defender el Estado de Derecho apenas pueden defender su reputación. Si no fuera por los jueces, Cataluña sería hoy una nación independiente, la Constitución habría sido violentada y los políticos constitucionalistas seguirían tratando de matarse entre ellos.

La economía funciona porque sigue una inercia que, sin embargo, inicia la cuesta abajo. El Congreso está tan muerto como el cerrado Parlamento catalán. Allí, los que mandan no quieren que se debata nada y aquí, en Madrid, no se puede debatir nada relevante porque es imposible el acuerdo sobre cualquier cosa que no sea el folclore, el oportunismo o la demagogia. Ni Presupuestos, ni fiscalidad, ni pensiones, ni el problema territorial ni el empleo o la educación. Nada. En Cataluña Mas, Puigdemont, Torra y compañía han partido por la mitad a la sociedad catalana y aquí algunos tratan de volver a las dos Españas, cuando deberíamos estar trabajando por volver a ser una de las grandes potencias económicas del mundo. Éramos los octavos y, ahora, tras salir de la crisis, ocupamos el puesto catorce. Vivimos mejor que nunca, pero nos gobiernan --es un decir-- peor cada día. Los doce años que pide Sánchez pueden ser, cualquiera sabe, 120 días. Pero la esperanza es limitada. No estoy seguro de que si llega otro al poder lo haga mejor. Es una tesis y lo mismo está plagiada... Ustedes perdonen.

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