Publicado 14/02/2019 08:01

Francisco Muro de Iscar .- Qué país (no) queremos

MADRID, 14 Feb. (OTR/PRESS) -

Otra vez instalados en la provisionalidad. Lo estábamos ya, lo estamos desde hace años por eso de las mayorías y las minorías y la falta de consensos y de un proyecto de país, pero ahora, entramos en el torbellino de nuevas elecciones -cuatro en el plazo de treinta días-, campañas, promesas que no se van a cumplir, ofertas imposibles de llevar a cabo, alianzas y rupturas, nuevo gobierno... Lo peor que le puede pasar a un país como el nuestro es no tener un horizonte de estabilidad. Y en medio, procesos judiciales politizados interesadamente, desconfianza en las instituciones -provocada no solo por lo que las quieren poner en riesgo, también por algunos que deberían sostener su prestigio y su credibilidad- y falta de proyecto. Desde hace mucho tiempo, España no tiene un proyecto de futuro no ya a largo plazo sino a cuatro años vista y no ha afrontado las reformas necesarias para consolidar la economía y para devolver la credibilidad a las instituciones.

La incapacidad del actual Gobierno para aprobar los Presupuestos, su debilidad genética puede ser, debería ser una oportunidad para cambiar el rumbo, aunque tengo muchas dudas de que eso vaya a ser posible. La fragmentación política es tan evidente -y crece en lugar de disminuir- que las esperanzas son limitadas. Pero hay que abrir alguna ventana para que la desesperanza no se instale definitivamente entre nosotros. Cuando el Gobierno de Rajoy era débil, hubo una oportunidad para construir otras mayorías capaces de consensuar los grandes temas. No lo quisieron ni el PP ni el PSOE. Cuando Pedro Sánchez llegó a Moncloa con solo 84 diputados lo último que pretendía era gobernar para todos. Sólo hacer gestos, negociar consensos imposibles a cualquier precio y aguantar lo inaguantable. El poder por el poder y nada más.

"España, lo decía José Borrell, está siendo objeto de ataques feroces de quienes están empeñados en la construcción de una nueva leyenda negra". La poderosa máquina de desinformación independentista sigue su camino. Pero los datos y los hechos demuestran que nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho son sólidos y que los derechos y libertades están tan garantizados como en el mejor de los países democráticos. Lo único que hay que pedir es unidad a los constitucionalistas. Que no pongan en riesgo la mejor etapa democrática de la historia de España. Que sean capaces de trabajar unidos para combatir el totalitarismo de la mentira y de luchar por los verdaderos problemas de los ciudadanos.

Y somos los ciudadanos los que ahora tenemos la palabra y el voto. Necesitamos el compromiso de los políticos de que van a afrontar con altura de miras y con soluciones reales el debate sobre los asuntos que afectan a nuestra vida cotidiana: las pensiones, la educación, la Justicia, la sanidad, el empleo de los jóvenes, Europa, el problema de las migraciones, la xenofobia que empieza a amenazar a una de las sociedades más tolerantes de Occidente, las transformaciones sociales y políticas que hay que emprender. España es un gran país que no se merece políticos que solo trabajan por sus intereses particulares. Solo nosotros podemos cambiar el rumbo.

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