Actualizado 07/06/2018 08:00

Escaño cero.- La despedida

MADRID(OTR/PRESS)

Han pasado tantas cosas en los últimos días que es difícil procesarlas. La última, el adiós de Mariano Rajoy. Sí, Mariano Rajoy deja la primera línea de la política y sin duda su despedida no es como él mismo esperaba. Una cosa es perder unas elecciones, otra irse por la puerta de atrás a cuenta de una moción de censura cuyo único objetivo era precisamente desbancarle.

Si hace una semana, conocida la sentencia del caso Gürtel, Mariano Rajoy hubiera disuelto las Cámaras y convocado elecciones generales, la situación, hoy, sería bien distinta. Él continuaría en la Moncloa y Pedro Sánchez en la oposición junto a Albert Rivera y Pablo Iglesias. Pero Rajoy no quiso o no supo darse cuenta de que la sentencia del caso Gürtel le obligaba a mover ficha y decidió cruzarse de brazos creyendo que el temporal tarde o temprano terminaría amainando.

¿Por qué no movió ficha? Esta es una pregunta que solo él puede responder, pero su pasividad ante lo que estaba sucediendo ha tenido como primera consecuencia que el PP perdiera el poder y él la presidencia del Gobierno.

Ahora Mariano Rajoy ha sorprendido a propios y extraños decidiendo poner punto final a su dilatada carrera política. Parecía que iba a gestionar los cambios en su partido y sin embargo ha decidido irse ya, en cuanto se celebre el congreso extraordinario del que salga un nuevo liderazgo.

En el rostro de Rajoy se refleja el sufrimiento de los últimos días. Es el rostro de un hombre noqueado. Podría haber tenido otro final pero su inacción es lo que ha provocado que todo en España haya cambiado en los últimos ocho días.

En cualquier caso el PP necesita una renovación, una puesta a punto y sobre todo dirigentes que poco o nada tengan que ver con ese pasado que les persigue desde los tribunales. Mariano Rajoy podría haber liderado ese tránsito pero él mismo se ha autoexcluido, seguramente porque lo que ha vivido éstos últimos días le ha herido tan profundamente que le ha restado las fuerzas para continuar. Ahora el PP tiene la oportunidad de renovarse, de elaborar un proyecto nuevo, de repartir juego entre sus líderes más jóvenes. La cuestión es si serán capaces de hacerlo o se enfangaran en la lucha por la sucesión.

Mientras tanto Mariano Rajoy se despide, y su despedida tiene un sabor amargo. En mi opinión él mismo podía haberse evitado este final.