Publicado 26/04/2018 08:01

Luis del Val.- Pisos vacíos

MADRID, 26 Abr. (OTR/PRESS) -

En España, los pisos vacíos están bajo sospecha. Un piso puede estar vacío por muchas causas. El propietario vive en otro país o ciudad y piensa volver; lo guarda para un hijo o una hija; no lo alquila por temor a que los inquilinos no le paguen. O porque le da la gana y, en lugar de emplear ese dinero en botellas de ron, una colección de automóviles antiguos o en dar la vuelta al mundo, ha comprado ese piso, y paga los impuestos. Bueno, pues cualquier propietario de un piso vacío es observado como un peligroso capitalista, un horrible especulador. Y estamos a cinco minutos de que un alcalde o alcaldesa inspirados decreten la obligatoriedad de alquilar los pisos vacíos, medida tan inconstitucional como estrambótica, pero estoy tristemente convencido de que la leeré sin tardar demasiado.

Hay un izquierdismo rancio y antiguo que hace poco sospechaba que cualquier ciudadano que se trasladara en automóvil por la ciudad era un burgués al que habría que obligar a que usara el transporte público. Ignora que puede ser un fontanero, que lleva las herramientas en el maletero; o un agente comercial con sus muestras, o un médico que acude al domicilio de un enfermo, o alguien que, en uso de su libertad, quiere conducir su automóvil.

El impuesto municipal sobre los pisos vacíos está al caer. Será el primer paso, pero dentro de unos años, te comprarás un abrigo y habrá un inspector municipal de abrigos que te dirá que llevas todo el invierno sin usar ese abrigo y que te lo requisa. Hay un rebaño de políticos, sin imaginación para promover la prosperidad, que están convencidos que el control y la prohibición van a traer la felicidad a sus votantes. Y sus votantes, incapaces de asumir la responsabilidad que cada uno tenemos con nuestros actos y acciones, les creen a votos juntillos. Por eso, les caen simpáticos los okupas. Siempre y cuando el piso okupado no sea de ellos.