Publicado 12/04/2019 08:02

Luis del Val.- Votos para Cayetana

MADRID (OTR/PRESS)

Los totalitarios nunca se han distinguido por su sutileza o por su habilidad para encubrir sus objetivos de una manera disimulada, más bien son expertos en la brocha gorda y en la zafiedad de procedimientos, el más brutal de los cuales es el intento de impedir que hable o que opine cualquier persona que no sea de su cuerda totalitaria. Y es lo que hicieron, ayer, con la candidata del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Apenas suelo indignarme por las tropelías, porque las he visto de muy variadas especies, pero si hay algo que todavía me rejuvenece, y me ayuda a destilar adrenalina por la indignación, es cuando veo a los brutos, sobre todo en instituciones como la universidad, intentar que alguien no pueda hablar, ni exponer sus ideas. No lo puedo remediar, se me revuelven los cojones del alma, que diría Miguel Hernández, y mis tentaciones de cinismo quedan arrumbadas por una oleada de enfado que avecinda con la ira. Ver eso, o que alguien maltrate a un niño, y siento la misma furia que me producía la injusticia, cuando estaba en el decenio de los veinte.

Lo único que me consuela de tan tremenda y tosca estupidez es que estas acciones, tan rudas e insultantes, benefician a la víctima del atropello, con lo que los objetivos buscados por los zafios -intentar restar votos a la representante del PP- provocan el efecto contrario, y puede que miles de personas, a las que Cayetana Alvarez de Toledo les resultara lejana o indiferente, se sientan atraídos por ella.

Me imagino al director de campaña del PP en Cataluña rogar a los hados para que se repitan estos desmanes, no porque desee que le ocurra algo desagradable a su jefa, sino porque sabe muy bien que estos vándalos son unos inestimables benefactores de cara a las urnas, en la medida en que cuanto más desnudan su totalitarismo más reaccionan a la contra, incluso los que ya estábamos tumbados en la hamaca del escepticismo.