Publicado 24/01/2018 08:00

Pedro Calvo Hernando.- La larga e implacable historia

MADRID, 24 Ene. (OTR/PRESS) -

Bien avanzado enero, de repente nos damos cuenta de que no era ninguna ocurrencia aquello de que el 2018 sería un año más en la larga e implacable historia de la crisis catalana. Se demuestra que lo es, y además sin ninguna esperanza de que en breve deje de serlo y de que se recupere no ya el sentido común manoseado por Mariano Rajoy sino el sentido común propiamente dicho y teniendo en cuenta todos los estímulos mentales de cualquier ser inteligente. Hemos pasado ya a ser el asombro de Damasco, digo el asombro del mundo entero, sobre todo del mundo más civilizado. La verdad es que yo me siento tan avergonzado como cualquier español en sus cabales. No recuerdo cuándo había sido la última vez que experimentaba una sensación tan desgraciada. Ahora siento como que somos un país estancado en la Historia y que nos da lo mismo aparecer como el hazmerreir universal o como el país que encabeza la ciencia, la cultura y la sabiduría de los casi 200 Estados que se contabilizan en el mapa del Universo.

Entre los protagonistas del drama, apenas se atisba alguien a tener en cuenta si excluimos al recién elegido president del Parlament, un hombre razonable y bastante inteligente, que muy bien podría ser el President del Govern de la Generalitat de Catalunya, en la senda tal vez de personas como Miquel Iceta o Marta Rovira. Es muy duro tener que decir esto en un conjunto de 135 diputados. La otra vertiente del drama puede ser la insensatez generalizada, que combina bien con rasgos como esa densa confusión que se adivina en las relaciones entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, especialmente entre el primero y el tercero. Una mirada hacia atrás y observaríamos a Montesquieu ruborizándose hasta extremos de enfermedad. Parecería que para muchos no han pasado ni uno ni dos siglos de cultura y de civilización políticas, ni ha existido la teoría de la división de poderes, ni la Revolución Francesa, ni los grandes esfuerzos teóricos ni prácticos en el terreno del Derecho Político y del Constitucional, sólo un poquito en la teoría y practica del Derecho Administrativo.

Pero lo peor de todo tal vez sea la convicción generalizada de que no hay nada que hacer al menos en unos cuantos años. Yo no quiero ver eso ni quiero creerlo, pero si nadie nos echa una mano, muy pronto tendría que cambiar de opinión y confirmarme en la tesis de los alarmistas. Nada se abre, nada se ensancha, nada se clarifica, todo se oscurece, todo se aplaza, todo se escamotea. Los más listos parecen los más tontos. Nadie sabe explicar qué es lo que nos pasa ni cómo es posible que sean tantos los que tras decir la gran estupidez no sucumben de vergüenza. Empieza a darme igual, cuando llevo tanto tiempo señalando a los que hemos considerado como los grandes culpables de lo que pasa. Y me da mucha risa cuando veo la megasuficiencia de tanto personajillo seguramente convencido de que lo suyo es la biblia, pese a que en ningún caso se hayan esforzado en intentar demostrarlo. Y me parece que hoy no he mencionado ni a Puigdemont ni a tantos otros. Es igual.