Publicado 13/03/2018 08:00

Rafael Torres.- No solo la muerte del niño

MADRID, 13 Mar. (OTR/PRESS) -

A resguardo de lo que determine en su día la Justicia, que es la única a la que compete aplicarle ahora la presunción de inocencia, Ana Julia Quezada sería autora, sola o en compañía de otros, pero seguramente sola, de la muerte de un niño, y de sus padres.

Si monstruoso es el asesinato de Gabriel, el niño chico y precioso que la fatalidad dejó en manos de la psicópata, casi tanto lo es su doble consecuencia mortal, que se ha cobrado las vidas de quienes le crearon, le criaron y más le amaban, sus padres, Patricia y Ángel. A éstos no les ha matado de una vez, de un tajo, de un golpe, o como la autopsia concluya que acabó con el hijo de ambos, sino mediante la tortura atroz de tener que vivir con esa pena y ese horror insoportables, en una suerte de cadena perpetua y más allá. El tiempo, del que se dice que todo lo cura, en realidad mata cuando es sólo eso, tiempo, tiempo de dolor.

Uno quisiera, como cuantos durante la desaparición de Gabriel conocieron la noble y bella condición de Patricia y Ángel, que consiguieran alguna vez rehacer sus vidas, siquiera aprendiendo a convivir con semejante amargura, pero el designio de Ana Julia Quezada, que al parecer ha ido sembrando de sal los espacios por los que ha transitado, ha sido el de matar a los tres. Aventuran los psiquiatras consultados sobre el caso que el detonante de su fragor homicida pudieran ser los celos, celos de Gabriel y de Patricia, a quienes acusaría de robarle el amor de Ángel, pero la gente que no ama, que es incapaz de amar cual parece ser el caso de la detenida, es insaciable con el amor, no le colma ninguna medida, pues ninguna puede llenar el vacío, el yermo sideral de su alma.

En la génesis de éstos crímenes abyectos están, ciertamente, los celos y la posesión, pero también el dinero, aunque esa compulsión de la codicia desborda el radio exclusivo de la psiquiatría. Amante de "los caprichos caros" según una de sus parejas anteriores, no habría que descartar ese móvil dinerario, siquiera como anexo, en alguien que, sobre ser incapaz de amar, carecía de oficio y de beneficio para satisfacerlos por sí sola. No le "robaría" el pobrecito Gabriel sólo el amor de su padre, sino la perspectiva de un futuro material seguro, o que ella, desembarazada del niño, ya se ocuparía de asegurar.

Patricia, la madre, ha pedido que no se hable de Ana Julia Quezada, que cese la rabia, que no se sobreponga su rostro a la bondad solidaria que tantos han mostrado. Le pido perdón por haberla nombrado, y le deseo, como a Ángel, que venzan el golpe letal que han recibido.