Publicado 21/12/2018 08:00

El Abanico.- Silencio, estamos en Navidad

MADRID, 21 Dic. (OTR/PRESS) -

La pregunta que me hago y les hago es: ¿Podrían guardar silencio los políticos, los tele predicadores, los derrotistas, los cantamañanas, con el fin de que durante estos días podamos celebrar la Navidad sin que se nos atragante el turrón?. Es una petición absurda, seguro, pero al menos hay tenemos que intentar no centrar toda nuestra atención en temas que siendo preocupantes, no pueden ser los únicos que acaparen la agenda de los políticos, de los empresarios, de quienes hacen oídos sordos a quienes no piensan como ellos. Habiendo como hay tantos problemas y tan grandes que son los que deberían centrar nuestra atención, no solo durante unos días o unas horas, sino durante la mayor parte del tiempo de quienes nos representan, de a quienes elegimos para que solucionen nuestros problemas y no para que los creen.

Es la razón por la que hoy quiero poner el foco en esos miles de voluntarios, que por tierra y mar, tratan de paliar las dificultades de las personas que llegan por el Mediterráneo en busca de una vida mejor, tratando de alcanzar el paraíso, que no es otro que una costa de arena blanca, un pueblo o una ciudad en el que puedan dormir tranquilos, en la que no maten a sus hijos, o les asalten los defensores de gobiernos asesinos, en los que la esperanza no sea un sueño inalcanzable.

Esos voluntarios que la noche de Fin de Año atienden en la Iglesia de San Antón, en la calle Fuencarral de Madrid, la única que permanece abierta todos los días y las noches del año, gracias a la dedicación del Padre Ángel y Mensajeros, atienden a quienes lo han perdido todo: casa, dinero, familia, hijos, mujeres, y la autoestima. Las razones de las que han llegado a esta situación, son diversas. Basta con verles para darse cuenta de que no todos son mendigos por nacimiento, no, algunos por la droga, otros porque fueron cayendo por la pendiente de la depresión hasta quedarse sin nada.

Tienen eso sí a gente buena a su lado, a voluntarios que les dan visibilidad, y que ese día y tantos otros días del año, salen de sus casas con una única preocupación, que les llegue comida suficiente para poder distribuirla a todos los que llaman a las puertas de Cáritas, de las ONG que luchan por darles un poco de calor en medio del frío reinante.

Yo les invitaría a pasarse por la Iglesia de San Antón, en cualquier momento, pero la noche de Nochebuena o de Fin de Año, porque es un ejemplo de solidaridad, de enseñanza de vida. Cómo quienes van de fiesta, vestidos con sus mejores galas, pasan al lado de los que nada tienen como si no les vieran, como si fueran invisibles. Es aterradora la indiferencia de quienes se creen a salvo de los problemas que afectan a tanta y tanta gente en nuestro país. A tantos niños, a tantas personas mayores que viven recluidas en sus casas por falta de movilidad, por falta de medios económicos, porque no han tenido hijos o porque teniéndolos no pueden o no quieren atenderles. Un dato: según el INE, cuatro de cada diez hogares españoles están habitados por mayores de 65 años que viven completamente solos. Una estadística que no para de crecer, de ahí que la ONG Desarrollo y Asistencia, compuesta por mas de 1.900 voluntarias y voluntarios, la mayoría de ellos jubilados, dediquen parte de su tiempo a ayudar a personas que viven solas. Les sacan a pasear, les dan conversación, les acompañan a hacer gestiones, en total 22.000 ancianos han sido atendidos por estos voluntarios, porque como bien dicen, la soledad mata.