Publicado 11/04/2019 08:01

Victoria Lafora.- Policía patriótica y campaña electoral

MADRID, 11 Abr. (OTR/PRESS) -

La llamada "policía patriótica del ex ministro Jorge Fernández Díaz (quien por cierto sigue en activo en el PP) es una vergüenza democrática. La policía, como el resto de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado, están al servicio de la ciudadanía y no de los intereses políticos del Partido Popular. La patria no es un concepto excluyente diseñado a la medida del ministro de Interior de turno. Lo que parece una obviedad, hay que repetirlo mientras el repugnante "caso Villarejo" siga amenazando el prestigio de las instituciones. Dicho esto, tampoco es de recibo la utilización machacona del presunto delito como argumentario de la campaña electoral, como está haciendo Podemos.

Resulta evidente que a Pablo Iglesias la revelación del uso espurio y delictivo que Villarejo hizo con los datos del móvil sustraído a su colaboradora, le ha servido para dar ímpetu a su regreso tras la baja paternal. El tema es de tal calibre e implica de tal manera al anterior Gobierno, que en unos días ha recuperado el protagonismo perdido en los medios de comunicación.

El victimismo y la persecución de la extrema derecha política y mediática siempre vende, e Iglesias sabe muy bien como exprimir ambos relatos. Aprovechando sus múltiples apariciones en determinadas cadenas de televisión ha ajustado cuentas pendientes con los medios, anunciando un mayor control del capital detrás de determinadas cabeceras.

No se trata de crear nuevos cuerpos policiales. La policía judicial ya existe. Se trata de expulsar a la mafia del ministerio del Interior y de que la oposición ejerza su labor de control a la gestión gubernamental, impidiendo que la corrupción anide, también, entre los encargados del orden. Se trata de no instrumentalizar las instituciones a favor del partido de turno que ocupa el poder; de respetar a los elementos que constituyen el Estado de Derecho como garantía democrática y norma de convivencia. Todos estos valores, que no parecen como ideas fuerza en los mítines de campaña son, sin embargo, los que dan certificado de excelencia en la calidad democrática de un Estado moderno.

Otra cosa es que los profesionales de la información no tengamos que hacer también un examen de conciencia de cómo y porqué un personaje siniestro de conocida capacidad de intoxicación como Villarejo, fue capaz de comprar tantas voluntades. Y, dejando de lado el corporativismo del que se nos acusa, denunciar con pruebas los nombres de quienes cobraron de la mafia policial por mentir y difundir sus patrañas.

A Pablo Iglesias no le corresponde la función de "limpiar" el buen nombre del periodismo en España. Esa labor se debe hacer desde la profesión, para evitar que se nos relacione con las cloacas del Estado o que se nos asimile a la policía patriótica. El desprestigio de la clase política corre parejo al del periodismo y, en tiempos de populismos y mentiras, es más necesario que nunca recuperar la credibilidad de la información.

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