Publicado 04/03/2018 08:00

Victoria Lafora.- Saqueadores a la calle

MADRID (OTR/PRESS)

Quince días, exactamente quince días, han permanecido en prisión Jordi Montull y Félix Millet, condenados por la Justica por el saqueo del Palau de la Música de Barcelona. El segundo, y principal responsable de la institución, fue condenado a nueve años y siete meses de prisión y, al cabo de unos días de su ingreso en Can Brians, fue trasladado a un hospital por una afección respiratoria. Sus abogados presentaron entonces un recurso de súplica que, con grandes fianzas, les ha permitido volver a sus casas.

Las ingentes cantidades de dinero que desviaron de las arcas del Palau (una parte sustancial se destinó a financiar Convergencia) les permitió llevar una vida regalada. Sus fiestas, las bodas de sus hijos celebradas en el Teatro y con la asistencia de toda la burguesía barcelonesa, se recuerdan todavía.

Porque ahí está el problema: han pasado ocho años desde que comenzó la investigación sobre las cuentas del Palau y se descubrió el desfalco. En ese larguísimo proceso de instrucción, Millet ha pasado, de ser un ciudadano honorable y con un enorme poder político, a convertirse en un anciano en silla de ruedas. También, en este tiempo, ambos acusados han podido manejar sus finanzas y sus bienes inmuebles, de manera que una fianza de cuatrocientos mil euros, la impuesta a Millet, se consiga en horas aportando títulos de propiedad que superaban con creces esa cantidad.

Lo mismo podría decirse de su segundo, Jordi Montull, con una condena de siete años y seis meses, ya está en libertad tras pagar de forma inmediata una fianza de cien mil euros.

Es verdad que la Sala de la Audiencia de Barcelona valoró que, tras los casos de Puigdemont y su corte de consejeros fugados, ese riesgo debía valorarse, porque el ex president y su corte también tenían arraigo, trabajo y familia en Cataluña. Por eso se han fijado finanzas altas que, no obstante, son calderilla para Millet y Montull.

La sensación de impunidad, de desigualdad ante la Justicia, de que el dinero, incluso el robado, permite eludir las responsabilidades en los casos de corrupción, es demoledora. Y contribuye, sin duda, a la percepción que reflejan las encuestas del CIS de que apropiarse de los fondos públicos sale muy rentable.

Los ex dirigentes madrileños, Granados e Ignacio González, deben seguir con atención y esperanza casos como el del Palau o el del ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, que pasó de estar moribundo a bailar sevillanas en un tablao. Es posible que cuando llegue el buen tiempo veamos a Millet, ya sin sillas de ruedas, paseando por la Ramblas.

Todo muy edificante.

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