La oportunidad ante lo desconocido

La oportunidad para hacer las cosas diferentes
Actualizado: lunes, 16 marzo 2020 22:52

MADRID, 16 de marzo. Autor: Manuel Paz, médico y psicoterapeuta 

Hay mucho que podemos hacer cada uno para afrontar juntos, y para el bien común, esta crisis con características profundamente novedosas que nos trae el coronavirus.

Por supuesto, lo primero que debemos hacer es cumplir con las, ya no recomendaciones, ahora medidas, adoptadas por el Gobierno. Pero es importante que hagamos esto de manera consciente y serena, evitando vernos arrastrados por un estado alarmista en el que interpretemos de forma extrema y desproporcionada dichas medidas. En estos días, tan importante es cuidar nuestra salud física, y la de los demás, como nuestra salud mental y emocional, e igualmente, la de los demás.

Además, ambas se interrelacionan. Evitar la tensión emocional es esencial para dejar que haga su trabajo nuestro mayor sistema de defensa, el sistema inmune. La psiconeuroinmunología demuestra, con abundante y rigurosa evidencia científica, que la tensión emocional, el estrés, de manera desproporcionadamente intensa o duradera, produce un impacto perjudicial sobre la función de nuestro sistema inmune.

Desde el inicio de la amenaza del COVID-19, hace pocas semanas, hemos fluctuado, tanto como individuos como de manera colectiva, incluso institucional, entre dos estados opuestos o antagónicos. Por un lado, manteniéndonos inmersos en ese estado, tan habitual hoy en día, de negación o evitación ante lo que no queremos o nos asusta.

Hemos seguido acudiendo a actos multitudinarios, sean éstos profesionales, culturales, sociales o lúdicos. Hemos decidido gestionar las medidas preventivas adoptadas de una forma más individualista. Un claro ejemplo ha sido el agrupamiento de jóvenes, aumentando el consumo de alcohol y tabaco, ambos inmunosupresores, tras suspender su actividad académica. También el desplazamiento de muchas personas de su lugar de origen a otros municipios, para procurarse bienestar, lo que es legítimo, pero desestimando el riesgo de propagación para otras personas y territorios.

Esta incongruencia se ha visto también en las instituciones, que recomendaban ser muy estrictos con unas medidas, como por ejemplo el cierre de los centros de enseñanza, sin atender o regular otros espacios, como por ejemplo el transporte público o el desarrollo de eventos multitudinarios.

En el polo opuesto, también hemos vivido reacciones desproporcionadas como fruto de un estado de alarma social que nos ha "contagiado" emocionalmente. El abastecimiento desmesurado, sin una razón objetiva, y, por cierto, sin cumplir las normas preventivas ante el coronavirus.

La hostilidad desmesurada ante personas que han tenido que salir de casa por razones necesarias, aún cumpliendo con las medidas preventivas. El manejo de la información de manera alarmista, inoculando miedo, sea como individuos particulares, o como profesionales de la salud, la política, o los medios de comunicación. La toma drástica y precipitada de medidas sin valorar las consecuencias que producen y sin proponer una clara opción alternativa.

Aún así, no debemos quedarnos en el reproche, anclándonos desde la crítica a este pasado reciente difícil que todos hemos sufrido. Seamos respetuosos y comprensivos con nosotros mismos, y con los demás.

No está siendo una situación fácil, es uno de los mayores desafíos que hemos vivido como individuos y como sociedad. Lo normal ante un cambio tan drástico y agudo es la inestabilidad. Pero hagamos por recuperar la calma y el equilibrio, es lo que realmente nos puede ayudar a afrontar de la mejor manera esta situación.

Lo complicado, pero extremadamente importante, es regular la forma de relacionarnos con esta adversidad. Esta regulación ha de reflejarse en nuestro comportamiento, para lo que hay que prestar especial atención a lo que pensamos y a lo que sentimos. Lo importante ahora no es guardar las apariencias, algo que lamentablemente hemos normalizado y hacemos frecuentemente en nuestra sociedad.

Debemos comprender e interiorizar la importancia de cumplir con lo que exigen las circunstancias, sean estas personales, familiares, sociales, laborales o económicas. Cada uno, desde su situación particular, ha de mostrase responsable y comprometido con el mejor afrontamiento de esta difícil situación.

Hacer todo lo que esté en nuestras manos, en cada momento, para mantener el equilibrio entre la negación o evitación, que desestimaría la realidad que estamos viviendo, o la exageración y el desbordamiento, que nos hace bloquearnos o sobre reaccionar ante dicha realidad. Se podría decir que esta es nuestra asignatura pendiente como individuos y como sociedad desde hace siglos. Bien lo recomendaba Aristóteles, "la virtud está en el término medio".

¿Y qué recomendaciones podemos seguir para conseguir dicha regulación y equilibrio emocional? Es una tarea bastante compleja que requiere saber de nosotros, conocer en profundidad las experiencias y aprendizajes que nos han construidos como personas.

Eso es lo que verdaderamente se refleja en nuestro comportamiento cotidiano, y de manera más notable, en momentos de cambio e incertidumbre como el actual. La inseguridad que produce sentir que perdemos gran parte de nuestras referencias nos lleva a reaccionar, no a responder conscientemente.

Sin embargo, claro que hay cosas que hacer en este momento en el que el coronavirus nos pone el freno. Podemos aprovechar esta parada involuntaria para observarnos y reflexionar. Esta puede ser una excelente oportunidad para ver nuestra vida y nuestro mundo desde otra perspectiva.

De manera individual, nos permite replantear nuestras prioridades. Por ejemplo, siendo más conscientes de la importancia de nuestra salud y la de nuestros seres queridos. ¿Cuántas veces nos hemos desatendido anteponiendo una tarea a un dolor? ¿o hemos reducido horas de sueño para atender objetivos laborales? ¿o nos hemos visto obligados a aplazar una prueba o visita médica por tener que acudir al trabajo? Vivimos pensando que nuestros seres queridos estarán ahí siempre. Ahora podemos ver la importancia de reconocer la vulnerabilidad de nuestros mayores, de cuidarlos y sentirnos cerca de ellos afectivamente a través de ese cuidado.

También podemos aprovechar los espacios de obligada intimidad a los que nos conducen las medidas preventivas adoptadas. Intimidad con nosotros mismos, para permitirnos estar más atentos a lo que somos y sentimos. Intimidad con nuestros hijos, pudiéndoles dedicar tiempo y aprovechar su creatividad para poner en marcha nuevas maneras de estar juntos.

Compartir tiempo de vinculación con nuestra pareja, que genere sensación de proximidad, sin las habituales interferencias de todas las tareas y obligaciones que tenemos que atender. Llamar por teléfono, o videoconferencia, a esas personas a las que queremos y que normalmente, lo que más les expresamos es el poco tiempo que tenemos y los motivos por los que no les llamamos más.

Ahora podemos ser más conscientes de lo que experimentamos y sentimos, y lo podemos expresar. Y también podemos atender lo que les pasa y sienten esas personas que queremos, les podemos ofrecer nuestra presencia y escucha.

Podemos aprovechar este tiempo para mejorar nuestro hogar, tantas veces abandonado para sumergirnos en otros espacios más impersonales, como los centros comerciales.

También podemos ocuparnos de ese otro descuidado hogar, nuestro mundo interior, atendiendo dimensiones que teníamos aparcadas por falta de tiempo. Leer más, escuchar música, escribir, dibujar, estirar, hacer actividad física, meditar, ordenar espacios, ordenar el sinfín de fotos, recuperar el sentido del humor que con el estrés habíamos perdido.

De manera colectiva, este parón nos permite darnos cuenta de que podemos frenar el frenético ritmo de vida que hemos construido. Si realmente nos lo proponemos, podemos conseguir algunos de los objetivos que hace bien poco parecían inalcanzables.

Hace exactamente trece semanas, es decir, tres meses, finalizó en Madrid la Cumbre del Clima para combatir los efectos del cambio climático. Paradójicamente, a pesar de su lema 'Es tiempo de actuar, tras dos semanas y dos días adicionales de prórroga, sólo llegaron a un acuerdo. Firmaron un documento que pedía tener mayor ambición frente al cambio climático, es decir, un nuevo acuerdo de intenciones y no de acciones.

Curiosamente, ahora con menos tiempo para reuniones, se ha conseguido, temporalmente, cumplir objetivos de reducción de emisiones que entonces era impensable. Solo en China, siendo uno de los países más resistentes en dicha cumbre a aplicar medidas medioambientales, han conseguido una reducción del 25% de la emisión de CO2 en las últimas semanas.

Es esperanzador pensar que esto que estamos viviendo globalmente en el planeta puede ayudarnos a todos a parar y reflexionar. Yo sí confío en que podemos generar grandes cambios juntos. Me tocó vivirlo y comprobarlo en el terrible atentado terrorista en Madrid de hace, en estos días, poco más de 16 años. Todos nos unimos, respondimos con sumo respeto, organización y humanidad ante las terribles consecuencias de dicho atentado. Pero desgraciadamente, a pesar de nuestra supuesta inteligencia, que nos enorgullece y hace sentirnos muy lejos del resto de especies, se nos da mal a los homo sapiens actuar si no tenemos la amenaza real frente a nuestras narices.

Quizás esto nos pueda servir como “simulacro” y referencia para comprobar que juntos podemos enfrentar con éxito otras amenazas.

Tantas veces había imaginado que lo que necesitábamos como planeta era un enemigo común que nos pusiera alerta a todos. A pesar de ser médico, me lo imaginaba más desde la ficción, como una invasión extraterrestre o una pandilla de zombis. Algo muy tenebroso que nos obligase a mantenernos juntos sin tener en cuenta el género, la raza, el idioma, la religión, la política o las fronteras. Juntos y unidos para enfrentar dicho enemigo común.

Ahora tenemos ese “enemigo número uno”, invisible, pero real, al que llamamos coronavirus. Ojalá en algún tiempo le podamos agradecer la oportunidad que nos brinda este microorganismo de hacernos más conscientes, más reflexivos, más responsables y más respetuosos unos con otros. Claro que es una utopía, pero este momento también invita a soñar, y puede no ser una pesadilla.

Manuel Paz Yepez es médico, psicoterapeuta y director de IPSIMED

Leer más acerca de: