"Chefferies" en Camerún

Danzas en Bafut
EP
Actualizado: jueves, 16 septiembre 2010 13:03

"Chefferie" quiere decir Jefería (palabra que obviamente no existe en castellano pero que emplaza el lugar donde reside el Jefe.) De hecho, "Jefatura" podría servir, pero su alcance es mucho más limitado sobre todo si lo miramos bajo el prisma camerunés.

La traducción del Larousse francés/español lo define como "mayoría de ingenieros ". Esta definición tampoco cuadra incluso en francés; puede que tuviera su fundamento en la Edad Media, o en la Edad Moderna, pero no en la actualidad ya que según el Larousse tiene raíces militares y en Camerún es tan absurda la calificación de militar como la de mayoría de ingenieros de la versión española, Como toda residencia Real tiene su servicio de seguridad que a primera vista es bastante discreto, por lo que, de ahí a convertirlo en un cuartel o una Orden Militar, hay un abismo.

En el viaje realizado a Camerún teníamos previstas tres o cuatro visitas a Chefferies y la verdad es que hasta que no llegamos a la primera, no nos enteramos de lo que se trataba realmente. La jefería es donde reside habitualmente el Rey o Sultán como le llaman allí indistintamente. Se trata de un reducido núcleo urbano inserto en otro de mayores proporciones que depende sin embargo del más pequeño. Es. para definirlo de alguna manera un Versailles en Paris o un Prado en Madrid - Es decir: el lugar donde solía vivir el Rey con toda su familia.

Según los guías cameruneses, existen cerca de quinientas Jeferías en todo Camerún. Esta cifra me parece un tanto elevada si tenemos en cuenta que la población actual es de unos quince millones de habitantes y ciertas Jeferías rebasan las ciento cincuenta mil personas. Resulta una medía relativa que no parece ajustarse a primera vista a una realidad tangible a pesar de que nos comentaron que la Jefería de las cataratas de Ekom Nkam por ejemplo, apenas contaba con un número reducido de súbditos debido a la

Orografía, a lo frondoso de la zona, y a la consecuente dispersión de los mismos.

No me atrevería a hacer una comparación entre las Jeferías y los Reinos Árabes de Taifa ya que Camerún goza de una República estable, un Gobierno Central y un Presidente, Paul Biya, que dirige con acierto los destinos del país desde 1982/84. La dispersión y diversificación de los Reinos de Taifa terminó hundiendo el esplendor Y la supremacía de Al-Andalus.

Aquí el problema es distinto, nos encontramos ante un país que sigue tradiciones ancestrales, que siguen ritos, normas y costumbres de los países islámicos y africanos en general (casi el cincuenta por ciento de la población, entre musulmanes y animistas) y el hecho de poder tener muchas esposas no facilita las cosas.

Hace unos años, en Marruecos por ejemplo las esposas eran limitadas por Ley (tres o cuatro, si el marido podía demostrar que podía mantenerlas. En las Jeferías, el Rey puede tener cuantas esposas quiera, pero además hereda las esposas de su padre cuando este fallece. La historia se repite, en muchos países africano/musulmán el hermano es el que se hace cargo de la viuda del hermano fallecido.

Al momento de despedirnos de uno de los Sultanes de cuarenta años escasos, le pregunté cuantas esposas tenía. Contestación: treinta y tres y dieciocho hijos. ¿Cuántos propios, cuantos heredados? No llegué a formular esta pregunta*

Con tanta facilidad para procrear la famosa Ley Sálica cae por su propio peso lo que resulta curioso es que el Rey de cada Jefería es el único que puede elegir su sucesor, lo que no deja de ser traumático con tantas esposas y tantos hijos a pesar de que las intrigas palaciegas del medievo europeo no existen afortunadamente en Camerún.

Nadie, absolutamente nadie, ni tan siquiera el propio elegido (que puede ser un niño de nueve años) sabrá quién será el próximo candidato hasta el fallecimiento del Rey.

Así, y por estas circunstancias nos encontraremos, trabajando en un hotel como relaciones públicas, a un hermano del Sultán que nos consigue una audiencia y nos conduce, sin más preámbulo a la Jefería de su hermano.

Así, una princesa de sangre real se convierte en anfitriona y guía para enseñarnos el Palacio y el museo de otra Jefería. Hacemos una parada ante la piedra de los sacrificios (ritual en vigor, pero con ovejas o cabras en la actualidad) - Parada más larga ante el árbol de los descuartizados, en caso de adulterio por ejemplo y cuyo último sacrificio se produjo en 1924, aunque la princesa no sabía si se trataba de una mujer o de un hombre. Sea lo que fuere esta práctica sangrienta esta afortunadamente en desuso.

También nos mostró el descampado donde se celebraban las reuniones con los vasallos, los juicios, las sentencias etc., todo presidido por el Rey, al estilo de la Grecia antigua, según palabras de un tour operador camerunés.

Todo este misterioso, extraño y apasionado mundo que desconocemos se entrelaza y se funde en un modo de vida y una perspectiva que se nos escapa. Todo tiene una razón de ser y un fundamento que perdurará durante largo tiempo.

Estas Jeferías son de puertas abiertas, sin embargo las puertas de entrada son grandes y voluminosas. Todas llevan una pintura en cada puerta: un enorme león, símbolo de fuerza y de autoridad - Él también es el Rey, es la representación pictórica del Sultán reinante.

Estas manifestaciones de fuerza y poderío son un fiel reflejo de lo que fue en su día la puerta de Istar de la propia esfinge cuya principal misión era turbar la mente del plebeyo. ¿No tenemos acaso en Europa, en pleno siglo XXI los mismos temores, las mismas aprehensiones cuando entramos en la consulta de un médico, el bufete de un abogado, o simplemente franqueamos el umbral de un suntuoso y monumental banco? En todos estos casos, con un antes y un después, el efecto psicológico es el mismo.

En estas Jeferías la entrada es aparentemente libre, sin embargo los habitantes de cada cantón no suele ir al no ser para casos específicos. Las escuelas son más profusas en esos centros pero los lugares de culto están fuera de la Jefería.

En estas Jeferías suelen vivir todos los miembros de la familia real. Abundan por lo tanto las cabañas de planta redonda de las esposas Al fondo de la calle, otra choza más grande, recluida y sombría: es la casa de los muertos.

Excluyendo los aposentos del Sultán otra inmensa cabaña es el centro de reunión de los notables. Periódicamente, y ya en el exterior, el Rey, sentado en su trono, escucha las quejas o las peticiones de su pueblo.

La música, al igual que los colores, las máscaras, los adornos corporales etc. siempre han tenido un papel preponderante en las sociedades africanas como medio de convivencia y transmisión de conocimientos en cualquier tipo de festejo o celebración de tipo individual o colectivo.

Las diferentes etapas del ciclo vital de cada persona (nacimiento, adolescencia, iniciación, matrimonio y muerte) están marcadas por músicas y danzas, al igual que algunos ritos dedicados a los antepasados.

Independientemente de los bailes tribales, las máscaras, los flecos de las mismas, las escobillas, las pinturas, los adornos etc. y a sabiendas de que cada elemento obedece a algo concreto y contiene un mensaje bien definido, lo que más me llamó la atención fue un enorme xilofón de unos cinco metros de largo por uno y medio de ancho, con gruesos tablones de cinco o seis centímetros. Acostumbrado a ver xilófonos normales e incluso uno hecho con media calabaza (como caja de resonancia) y estrechas varillas metálicas, no pude por más dudar que semejantes maderos pudieran emitir sonido alguno.

Una vez más me equivoqué. Cuatro hombres tocaban las teclas frenéticamente, no ya con las baquetas tradicionales, sino con pesados mazos de madera mientras el baile tomaba proporciones rítmicas tan endiabladas como sobrenaturales. Los enmascarados bailarines, doce o catorce en total eran la flor y nata de aquella sociedad; hablamos de príncipes y princesas...