Crítica de 300: El origen de un imperio... y la alargada sombra de Leónidas

300: El Origen De Un Imperio
300: El Origen De Un Imperio - WARNER BROS.
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Actualizado: viernes, 7 marzo 2014 16:38

MADRID, 7 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   Ni secuela ni precuela. Con esta etiqueta llega a los cines 300: El origen de un imperio, la cinta que nos relata qué sucedió antes, durante y después de que Leónidas y sus tres centenares de valerosos (y neumáticos) espartanos dejaran su vida en las Termópilas.

   Siete años después del estreno de 300, Noam Murro (Smart People) toma el relevo de Zack Snyder -enfrascado en el nuevo Superman y que en esta ejerce solo de productor y guionista- y se sienta en la silla de director para expandir el épico universo alumbrado en el papel por Frank Miller.

    El arco argumental de 300: El origen de un imperio abarca el tramo que va desde la Batalla de Maratón hasta la de Salamina. Dos capítulos fundamentales en las Guerras Médicas que enfrentaron al Imperio Persa y a las ciudades-estado helenas entre los que se ubica el episodio el sacrificio espartano de las Termópilas, al que la película hace constantes referencias.

   Así, 300: El origen de un imperio nos relata cómo el griego Temístocles se convirtió en el héroe de Maratón y acabó con la vida del rey persa Darío y cómo se forja el mito de Jerjes como Rey Dios y su odio por los pueblos bañados por el Egeo.

   Pero el enjoyado Jerjes, de nuevo interpretado por Rodrigo Santoro, no es el 'coco' de 300: El origen de un imperio. El verdadero y mortal peligro tiene nombre de mujer: Artemisa, la comandante de la imponente flota persa. Una griega renegada y letal a la que da vida Eva Green y que es capaz de someter a su antojo no solo a sus tropas y a sus enemigos, sino también al mismísmo Jerjes.

   Frente a esta femme fatal de los mares nos encontramos con Sullivan Stapleton, el actor que encarna a Temístocles, el héroe griego. Político y comandante a partes iguales, hombre de estado y firme defensor de la democracia, Temístocles tiene la difícil misión de aglutinar a todas las ciudades-estado para intentar frenar al gigante persa.

   Ellos, junto a Lena Headey, la ladina Cersei Lannister de Juego de Tronos, que vuelve a dar vida a la viuda reina espartana Gorgo, son los actores fundamentales de 300: El origen de un imperio. Una cinta que imita y amplifica el estilo visual de la película original aunque adolece de su atractivo y frescura.

TEMÍSTOCLES NO ES LEÓNIDAS

   Su trama es mayor y más compleja, su estética idéntica pero su personalidad y su impacto en el espectador es sensiblemente menor. A la adaptación de la nueva novela gráfica de Frank Miller le falta la originalidad, el ritmo, el músculo y, sobre todo, el carisma que hicieron de la primera película un objeto de culto para los amantes del cine de acción y mamporros.

   Y buena parte de la culpa la tiene el nuevo protagonista. El Temístocles de Sullivan Stapleton sale realmente malparado de todas y cada una de las (inevitables) comparaciones que se puedan establecer con Leónidas. Ni su porte, ni sus discursos, ni siquiera su abdomen cincelado a golpe de ratón tienen nada que hacer frente al monarca espartano al que Gerard Butler dotó de músculo y, sobre todo, carácter.

   Una tara que supone un lastre demasiado pesado para una producción que tiene poco que poner encima de la mesa más allá de una sobredosis de épica y testosterona y el impacto visual de sus batallas navales, los mamporros a cámara lenta y borbotones de sangre en 3D.

   300: El origen de un imperio no pasa de ser un correcto, sangriento y bien facturado entretenimiento que además engrandece la gloria de su predecesora. Antes y después de su muerte, la sombra de Leónidas es muy alargada. Tanto que puede llegar a cubrir toda la Grecia unida.