El cantante Quique González, durante su concierto en el circo Price, en Madrid (España) a 14 de enero de 2020.
El cantante Quique González, durante su concierto en el circo Price, en Madrid (España) a 14 de enero de 2020. - Ricardo Rubio - Europa Press
Actualizado: miércoles, 15 enero 2020 12:21

MADRID, 15 Ene. (EUROPA PRESS - David Gallardo) -

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"Igual que hay música para bailar, tiene que haber música para meterte en tus pensamientos, inquietudes, preocupaciones y vivencias", planteaba a Europa Press Quique González el último otoño con motivo del lanzamiento de 'Las palabras vividas', un disco "de trago largo" en el que el madrileño pone la música a poemas de Luis García Montero escritos concretamente para eso.

Poesía frente a la frivolidad, delicadeza frente al ruido machacón. Recogimiento en las últimas horas de un frío martes de enero para las 1.800 personas que llenaron el Teatro Circo Price dentro del Inverfest para entregarse a una forma de entender no ya la música, sino la vida misma. Porque como bien escribió García Montero y ahora cada noche canta Quique González: Nuestra consigna hoy es resistir.

No iba a ser esta una noche de esas de rock n' roll eléctrico, pues la propuesta es otra, con dominio del tono acústico e intimista desde el arranque con 'Bienvenida' -canción escrita por el poeta para la hija del músico-, 'Concierto con orquesta' o 'El pasajero'. Composiciones recientes que exigen del público una atención y un silencio que parecen ser algo ya casi antisistema en estos tiempos fugaces, por lo que esta actitud desde el escenario es de por sí una declaración de intenciones.

Pero también canta Quique en otro momento que aún tiene rock n' roll en el pecho, por lo que éste termina brotando en 'Sangre en el marcador' como primer aviso de que no todo será intensidad intimista. La balanza que empieza claramente venciéndose hacia un lado, terminará equilibrándose progresivamente mientras suenan 'Palomas en la quinta', 'Polvo en el aire', 'Nuevas palabras' o la aplaudidísima 'Su día libre'.

Porque a la gente le cuesta, eso también es verdad. Por eso se viene arriba con cualquier indicio como el de 'La fiesta de la luna llena', un tema poco habitual rescatado de aquel 'Pájaros mojados' de 2002, escogido precisamente porque encaja, como muchos otros ahora de vuelta con el tono de 'Las palabras vividas'. Esto significa que muchos otros más populares (y animosos) se quedan fuera del repertorio, redoblando así la apuesta al todo o nada.

En la enésima declaración de amor al oficio de escritor e intérprete de canciones, canta Quique en solitario 'Seis cuerdas', para luego hacer con César Pop 'Qué más puedo pedirte'. El tramo más solitario resulta ser el punto de inflexión con el regreso de la banda, más que solvente con los sobresalientes Toni Brunet a la guitarra eléctrica y Diego Galaz de Fetén Fetén haciendo arreglos imposibles con violines, mandolinas o incluso zanfonas.

Se suceden 'Todo se acaba' y 'La nave de los locos', que ya suena y se recibe como clásico, y pareciera que el gentío se quita el peso de toda la noche vivida hasta ese momento, pues con 'La luna debajo del brazo' se arranca a aplaudir propiciando un momento divertido al perder el ritmo y perder a su vez al propio Quique, quien bromea: "No terminarnos de pillar lo de las palmas, pero esto es la democracia".

La música termina su labor de introspección curativa con 'Orquídeas' y 'Desperfectos'. Tanto es así que el propio Quique avisa divertido: "Vamos a aflojar un poco con el dolor llevado a las tabernas". Pero mintió como un bellaco pues, tras 'Dallas-Memphis' se vive el momento más emocionante con la aparición en escena del propio Luis García Montero para recitar 'Aunque tú no lo sepas'.

Nunca un director del Instituto Cervantes recibió semejante ovación en un concierto de rock n' roll -porque en definitiva, eso fue-. Por su propia trayectoria como por haber inspirado a Quique, hace ya más de veinte años, a escribir su propia 'Aunque tú no lo sepas' para Enrique Urquijo. Una alineación de planetas tan especial que sigue colisionando noche tras noche y conmoviendo corazones con su onda expansiva. Poesía y música para seguir creyendo.

'La casa de mis padres', de tan personalísima y rotunda, también se corona como uno de los momentos vitales, mientras que 'Y los conserjes de noche' contraría a más de alguno por no poder contener el lagrimal. Ese el viaje de dos horas que propone y provoca el madrileño: desde la tristeza a la alegría, desde la nostalgia hasta la euforia, desde la melancolía por lo vivido al júbilo por seguir vivos y que se manifiesta en aullidos a destiempo y ovaciones cerradas con el gentío en pie.

La banda está ya desatada hace tiempo y tomando sin frenos el desvío hacia el rock acomete 'Clase media', 'Salitre' y remata con 'Vidas cruzadas' y el Circo Price trotando sobre las butacas rojas. Demostración de que en la nave de los locos cabemos todos, pues aquí estamos después de tantos ríos, en las esquinas de la despedida, las luces en los bares más tardíos y las noches en la boca más vivida. Porque la consiga hoy es resistir.

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