Actualizado 30/04/2010 17:20

Los niños que viven la violencia machista desarrollan problemas neurobiológicos y el 2% acaba maltratando

Las mujeres maltratadas sufren un trastorno de personalidad parecido al Síndrome de Estocolmo de los secuestrados


MADRID, 30 Abr. (EUROPA PRESS) -

Los niños que viven la violencia machista en casa, unos 800.000 en España según el Ministerio de Igualdad, desarrollan problemas de base neurobiológica, cognitivos y emocionales y en el dos por ciento de los casos, acaban convirtiéndose en maltratadores, conforme explicó hoy el director del Instituto Centro Reina Sofía de estudio de la violencia, José Sanmartín.

En rueda de prensa, Sanmartín avanzó así algunos de los resultados de un estudio que presentará el centro previsiblemente a finales de año y del que se desprende que dos de cada diez niños que han sido maltratados o han sido testigos de la violencia de género devienen en maltratadores por lo que se denomina "transmisión generacional" o "transgeneracionalidad" de la violencia.

El experto señaló que cuando se analiza a los maltratadores de facto, el porcentaje se eleva, de modo que entre cuatro y cinco de cada diez reconocen haber vivido en un ambiente de violencia machista o haber sufrido directamente los malos tratos por parte de sus padres durante la infancia.

Otro estudio puesto en marcha por el Centro Reina Sofía con jóvenes infractores de la Comunidad Valenciana reveló además, que la cuarta parte de los jóvenes que tienen modelos próximos de violencia presentan esta transmisión intergeneracional, pues un 40% agrede a su madre u otras mujeres de su familia, el 23,3% a los padres (ambos), el diez por ciento a su pareja o ex pareja y el tres por ciento a su hijo. El 30 por ciento restante suele agredir a otras personas de su entorno.

Según explicó Sanmartín, "el maltrato daña hasta extremos inimaginables" a los niños, que "a veces tienen distorsiones cognitivas acerca del mundo o distorsiones emocionales y se deben a que los malos tratos no dejan inmune la biología que subyace a estos procesos" lo que "ya son palabras mayores".

En este sentido, señaló que los niños que observan la violencia desarrollan "mucho estrés", lo que se produce la generación de una hormona en sangre (cortisón) cuya sobreabundancia "daña estructuras cerebrales que están ligadas al control de la conducta agresiva o violenta, como son las amígdalas y el hipocampo".

Además, estos niños "pueden tener distorsiones cognitivas de cómo relacionarse en la pareja, porque de la observación de la violencia en el marco de la pareja, pueden aprender que la violencia es un recurso que puede usarse para la resolución rápida y expeditiva del conflicto", apuntó el experto.

"Eso es lo que nos dicen a nosotros algunos niños", prosiguió Sanmartín, quien incidió en que estos trastornos son "muy comunes", junto con "la hiperactividad", el retraimiento, la baja autoestima por sentimiento de culpabilidad y el comportamiento violento hacia compañeros, en niños que están sufriendo ese maltrato indirecto de la visión de la violencia.

El Centro Reina Sofía estima que el 40 por ciento de los hijos de víctimas de violencia de género han sido testigos de ella, mientras que un 21,3 por ciento ha sufrido directamente malos tratos y tres de cada diez, han sido a la par víctimas y testigo. En el año 2008, los niños estaban presentes en el doce por ciento de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO

En cuanto a las mujeres que sufren directamente el maltrato, el III Informe Internacional sobre violencia del Centro Reina Sofía explica que además de las consecuencias físicas, desarrollan un trastorno de la personalidad por dependencia similar al conocido Síndrome de Estocolmo que presentan algunas personas tras haber sufrido un secuestro.

"Desde un punto de vista técnico, este trastorno se caracteriza por una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación" lo que en la práctica, se traduce en que la víctima tiene dificultades para tomar decisiones, siente la necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las principales parcelas de su vida y le cuesta expresar desacuerdo.

Además, la falta de confianza dificulta que emprenda proyectos, experimenta sentimientos de desamparo cuando está sola por su temor "exagerado de ser incapaz de cuidar de sí misma" y "se preocupa de forma no realista por el miedo a que la abandonen". Dado el aislamiento al que el maltratador ha condenado a su víctima "obviamente, 'los demás' es el agresor", explica el estudio.

No es el único trastorno emocional. Las mujeres maltratadas desarrollan más depresión, ansiedad y fobias que quienes no sufren violencia y mayores tasas de pensamientos autodestructivo, conforme señala el Centro Reina Sofía.