Actualizado 19/07/2010 18:30

Cerca de 20 millones de hectáreas de tierra cultivable de los países pobres pasó a manos extranjeras en tres años

Familia africana
IVE

La lucha contra el hambre se topa con el tráfico de tierras, que deja a miles de campesinos sin suelo que trabajar para producir el sustento


MADRID, 19 Jul. (EUROPA PRESS) -

Entre 15 y 20 hectáreas de tierra cultivable de los países pobres pasaron entre 2006 y 2009 a manos de capitales privados extranjeros y Estados industrializados, principalmente China, Corea del Sur, Emiratos Árabes, Arabia Saudí y Qatar, según un informe de Manos Unidas donde se denuncia que esta práctica agrava el problema del hambre en el Sur porque los campesinos son desplazados dee sus tierras, perdiendo el acceso a los recursos más básicos.

El informe, publicado en la edición julio-septiembre del boletín de Manos Unidas, aborda este "nuevo colonialismo" para subrayar que se trata de una práctica "poco transparente" y alertar del "riesgo de que los especuladores y los traficantes campen a sus anchas" y "generen un déficit de oferta" que derive en un "aumento notable del precio de la tierra" que dificulte su adquisición a los campesinos.

Según los datos recopilados por la ONG, entre 2006 y 2009 República Democrática del Congo vendió 2,8 millones de hectáreas de tierra cultivable, Zambia y Tanzania unos dos millones cada una y Sudán 1,5 millones. Además, Mozambique vendió 110.000 hectáreas, Malí, 100.000; Angola, 25.000; Etiopía, 18.000 y Nigeria y Camerún, unas diez mil hectáreas cada país. Cientos de miles de personas dependen de la ayuda del Programa Mundial de Alimentos en estos lugares.

Pero la compra venta no sólo afecta a países africanos. Brasil dejó en manos de terceros más de 100.000 hectáreas en este periodo, las mismas que Laos y Camboya, y Filipinas vendió 110.000. En Pakistán fueron 324.000 hectáreas de suelo fértil, en Ucrania 387.000 y en Rusia, más de medio millón.

Unas veces, el objetivo es producir alimentos para sus propias poblaciones que en casos como el de Emiratos Árabes, tienen recursos para adquirir la comida en el mercado internacional pero carecen de las condiciones climáticas para producirlos. En otros casos, se trata de alimentar otras bocas, como los automóviles.

En declaraciones a Europa Press, el autor del informe, Juan Souto, explica que "este paso de manos de la tierra puede ser un arma de doble filo" porque, por un lado "se puede describir como nuevo colonialismo" y, por otro, puede entenderse como "factor de desarrollo", aunque reconoce que en términos generales, no es así cómo se está produciendo este fenómeno.

UN OBSTÁCULO EN LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE

En este sentido, señala que para que el negocio de la tierra contribuya a desarrollar una población, los capitales privados y los Estados que intervienen deben poner límites claros a la explotación del suelo adquirido y conseguir que participen en ella las comunidades locales, "por ejemplo, en la agroindustria, para abastecer los mercados internos y en la medida de lo posible, exportar".

Souto indica que a esta situación se añaden dos grandes problemas. Por un lado, que los países donde más tierra están comprando Estados y capitales privados "son deficitarios en alimentos" y el hecho de que los extranjeros se queden con la superficie cultivable limita aún más el acceso de los habitantes al sustento.

El segundo, que miles de familias desplazadas por falta de tierra que trabajar se suman a otras tantas que migran en busca de suelo fértil por los efectos que en el Sur ya está dejando el cambio climático. En paralelo, sigue ascendiendo la cifra de personas que pasan hambre en el mundo hasta, por primera vez en la historia, superar los mil millones. "El acaparamiento de las tierras dificulta la lucha contra el hambre", sentencia el informe.

Souto reconoce que se trata de un problema "muy complicado" en el que se mezclan los intereses privados con los políticos y que debe ser abordado "sin maniqueísmos", pero tiene claro que por encima de todo debe estar "el derecho de los individuos a acceder a los recursos naturales" y aunque las instituciones en el ámbito internacional "avanzan, lo hacen muy lentamente" y quizá lleguen demasiado tarde.

"Cada uno en su ámbito puede hacer mucho", señala el experto, para incidir en la importancia de que la sociedad de los países del Norte sea consciente de lo que está ocurriendo en el Sur y pueda concienciar a sus políticos. Así, los españoles le pedirían a su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, que en la cumbre de revisión de los Objetivos del Milenio en la que participará en septiembre, presione "para que se tomen decisiones".

"Podríamos conseguir grandes logros en la lucha contra el hambre si hubiese una reforma profunda para que los pequeños agricultores tuvieran un acceso real a las semillas, al crédito y tener a un saneamiento eficaz, acorde con su derecho a vivir dignamente", añade Souto.