Publicado 09/06/2014 14:20

El Ejército birmano ha perpetrado torturas sistemáticas en Kachin durante los últimos tres años, según ONG

Forify Rights acusa al Ejército de violar los DDHH en Birmania
EUROPA PRESS

MADRID, 9 Jun. (EUROPA PRESS) -

El Ejército birmano ha torturado de manera sistemática a más de 60 civiles en el estado separatista de Kachin durante los últimos tres años, tras violar de manera unilateral un acuerdo de alto el fuego en la zona que ha derivado en "una nueva guerra civil" donde ya han muerto un millar de personas y más de 100.000 han sido desplazadas de sus hogares, según ha concluido un informe de la ONG Fortify Rights publicado este lunes.

El grupo considera que la información recopilada en el documento podría servir como base para acusar al Ejército birmano de crímenes contra la Humanidad agravados por el componente de discriminación "étnica y religiosa" que acompañaba a estos abusos. Fortify Rights, además, remite a informes de ONG locales que, más allá de las prácticas de tortura, han denunciado "violaciones y abusos sexuales masivos" específicamente dirigidos contra las mujeres de Kachin en los últimos tres años.

Fortify Rights no se olvida de las acusaciones vertidas contra la otra parte armada del conflicto, el Ejército por la Independencia de Kachin (KIA), por cometer supuestamente delitos contra los Derechos Humanos en este conflicto. La ONG se adscribe en este sentido a la preocupación demostada por el observador especial de Naciones Unidas, Tomás Ojea Quintana, sobre el uso por parte del KIA de niños soldado y minas antipersona, así como su tendencia a ordenar trabajos forzados a la población.

Sin embargo, la investigación de la ONG a la hora de realizar este último informe "no ha descubierto pruebas de que las autoridades del KIA hayan recurrido a prácticas de tortura".

EL REINICIO DE LA GUERRA

El origen exacto de las nuevas hostilidades comenzó el 8 de junio de 2011 cuando un grupo de soldados birmanos entraron sin anunciarse en territorio controlado por la tercera brigada del KIA, que procedió a detener a los militares.

En respuesta, el Ejército apresó a un miembro del KIA, identificado como Chang Ying. Dos días después, los independentistas devolvieron sanos y salvos a los militares birmanos, pero a cambio recibieron el cuerpo sin vida de Chang, que presentaba indicios de haber recibido una paliza.

La guerra en Kachin no ha despertado demasiada atención de la comunidad política internacional porque se ha visto ensombrecida por la ola de reformas democráticas iniciada por el Gobierno que sucedió a la Junta Militar que dominó el país durante las últimas décadas.

Así, las declaraciones sobre el conflicto han sido parcas y aisladas, como la realizada el pasado mes de enero por el Departamento de Estado de EEUU, a través de su portavoz, Victoria Nuland, que expresó su "profunda preocupación" por los enfrentamientos y solicitó el cese inmediato de las hostilidades. Naciones Unidas, por su parte, ha instado al Gobierno birmano a que persiga a los responsables de "delitos de abusos a los Derechos Humanos, y violencia sexual, tanto históricos como actuales" dentro del país.

CABLES, TUMBAS Y HIERROS AL ROJO

Entre las prácticas de tortura recogidas por Fortify Rights se encuentran palizas con barras de metal o cañas de bambú, uso de cables y cuerdas para cortar la circulación sanguínea en cuello, pies y manos de los detenidos, uso de bayonetas calentadas previamente al rojo vivo, y constantes amenazas de muerte.

Según los entrevistados, los militares birmanos les obligaron a cavar sus propias tumbas como prolegómeno a una ejecución que nunca tenía lugar al final. De igual modo, en algunos de los interrogatorios se obligó a los detenidos a que asumieran "posturas" propias de quienes estaban a punto de recibir un balazo en la nuca.

"Me golpearon con sus armas, a veces en el rostro", declaró a la ONG un joven granjero de 27 años identificado con el pseudónimo de 'Naw Dim'. "Siempre que los soldados eran derrotados en otro lugar, volvían a nuestro pueblo y nos torturaban", aseveró.

Una constante de las torturas fue la constante denigración de la etnia Kachin y de la religión cristiana que profesaban los detenidos. "Vamos a mataros, vamos a quemar a vuestros hijos, vamos a matar a todos los kachin y también mataremos a vuestras mujeres, aunque estén embarazadas", ha relatado uno de los entrevistados, bajo el anonimato, a quien se describe como "superviviente" de estas prácticas.

Teniendo en cuenta todos los datos recogidos, el informe --disponible aquí (http://bit.ly/1lhdaDW)-- recomienda una investigación independiente, imparcial e inmediata de estos incidentes, y de ser necesario conceder a Naciones Unidas el acceso "sin restricciones" a las zonas afectadas, con el apoyo total de la cúpula del Ejército birmano, de ser necesario.

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