Al Bashir deja el poder en Sudán acosado por las protestas y abandonado por el Ejército

AMP.- Sudán.- Al Bashir describe como "legítimas" las demandas de los manifestantes y promete medidas para un diálogo
REUTERS / ANDREEA CAMPEANU - Archivo
Publicado: jueves, 11 abril 2019 17:26

Tras capear durante tres décadas rebeliones y crisis económicas, el veterano líder cede el testigo a un consejo militar

JARTUM, 11 Abr. (Reuters/EP) -

El presidente de Sudán, Omar Hasán al Bashir, que ha capeado múltiples rebeliones armadas, crisis económicas e intentos de Occidente de convertirle en paria, ha sido forzado a dimitir por el Ejército tras casi cuatro meses de protestas multitudinarias en su contra.

Al Bashir, que tomó el poder tras un golpe de Estado sin derramamiento de sangre en 1989, se encuentra detenido en "un lugar seguro", según ha desvelado el ministro de Defensa, Awad Mohamed Ahmed Ibn Auf, que ha anunciado que un comité militar dirigirá ahora el país durante un periodo de transición de dos años hasta la celebración de elecciones.

La noticia de la caída de Al Bashir a primera hora de la mañana ha sido recibida con júbilo por los miles de manifestantes que llevan desde el sábado concentrados frente al Ministerio de Defensa en Jartum, pero el hecho de que sea el Ejército el que haya asumido el poder ha generado rechazo y quejas entre los manifestantes.

De hecho, la Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA), uno de los principales promotores de las protestas contra Al Bashir, ha rechazado el "golpe militar" y ha llamado a seguir manifestándose en las calles de todo el país hasta la instauración de un "gobierno civil".

SUBESTIMÓ LAS MANIFESTACIONES

Durante sus 30 años de mandato, Al Bashir ha sido un maestro a la hora de enfrentar a facciones rivales de los servicios de seguridad, el Ejército, los islamistas y las tribus armadas entre sí. Pero ha subestimado el enfado de los jóvenes sudaneses que reclamaban el fin de la penuria económica en la que vive sumido el país.

El ya expresidente se ha enfrentado a protestas casi diarias en ciudades en todo el país pese a la represión por parte de las fuerzas de seguridad usando gases lacrimógenos y en ocasiones con munición real, que ha dejado decenas de muertos.

Dirigiéndose a los soldados en enero, Al Bashir advirtió de que "las ratas vuelven a sus agujeros" y dijo que solo se apartaría para dejar el puesto a otro oficial del Ejército o en las urnas. "Han dicho que quieren que el Ejército tome el poder. No hay problema. Si alguien quiere vestir mi uniforme, no tenemos objeciones", dijo el mandatario, vestido de militar, a los soldados en la base de Atbara, la ciudad del norte de Sudán donde comenzaron las protestas el pasado 19 de diciembre.

Poco después, Al Bashir declaró el estado de emergencia nacional que amplió los poderes de la Policía y prohibió las concentraciones no autorizadas. Y pidió al Parlamento que aplazara, no cancelara, las enmiendas constitucionales que le permitirían optar a un nuevo mandato.

FIGURA DIVISIVA

Pero Al Bashir, de 75 años, ha sido desde hace tiempo una figura que genera división. Desde que llegó al poder en el que entonces era el mayor país de África, se enfrentó en una enconada guerra civil con los rebeldes del sur que terminó con la secesión de Sudán del Sur en 2011 y con la pérdida de más del 70 por ciento del petróleo de Sudán.

El país ha sufrido prolongados periodos de aislamiento desde 1993, cuando Estados Unidos añadió al Gobierno de Al Bashir a su lista de patrocinadores del terrorismo por dar cobijo a milicianos islamistas. Washington siguió imponiendo sanciones cuatro años después.

En los meses anteriores a que comenzaran la protestas, la población ya tenía serios problemas para llegar a fin de mes. El Gobierno confiaba en el rápido apoyo financiero de los ricos aliados del Golfo después de que Al Bashir enviara tropas a Yemen en el marco de la coalición que lidera Arabia Saudí para combatir a los rebeldes huthis, pero la ayuda tardó en llegar.

El desencadenante de las manifestaciones fue el intento del Gobierno de retirar los subsidios al pan. Las protestas pronto adquirieron un cariz político, reclamando la salida de Al Bashir, que finalmente ha quedado consumada este 11 de abril.

ORIGEN HUMILDE

Al Bashir nació el 1 de enero de 1944 en una familia de agricultores pobres en Hosh Bannaga, una pequeña localidad de casas de adobe y calles polvorientas en la orilla oriental del Nilo, a unos 150 kilómetros al norte de Jartum.

A menudo se ha referido a sus orígenes humildes. En enero, repitió la historia que contó en 2013 de cómo se rompió un diente cuando llevaba hormigón a una obra en la que trabajaba como estudiante para pagar su educación.

Al Bashir contó que rechazó un implante de plata cuando se unió al Ejército porque quería recordar ese incidente cuando se mirara en el espejo.

Como joven oficial en el regimiento de paracaidistas, se unió al ala militar del Movimiento Islamista, que se escindió de los Hermanos Musulmanes y gobernó Sudán desde que Al Bashir tomó el poder.

En su calidad de jefe de la junta que tomó el poder en 1989, disolvió el consejo militar en 1993 y gobernó desde entonces con puño de hierro. Pero fue la respuesta de Al Bashir a la insurgencia en la región de Darfur, en el oeste, la que vendría a definir su legado.

Pese a una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional (TPI) en su contra por la muerte de unas 300.000 personas en Darfur, Al Bashir se aferró al poder como escudo contra un juicio similar al que tuvo el expresidente yugoslavo Slobodan Milosevic. Desafiando al TPI, siguió visitando países amigos en un intento de demostrar que no se plegaba ante la orden de arresto internacional en su contra.

Al Bashir también ha tratado de aprovechar las diferencias regionales e internacionales para mejorar la posición de Sudán. En 2013, acogió al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, en Jartum, en un momento en que el país estaba en el punto de mira por su programa nuclear.

Cortejó a Turquía y Rusia, al tiempo que Jartum incrementaba la cooperación en materia de seguridad con Washington, con la esperanza de acelerar el resurgir el país tras décadas de sanciones de Estados Unidos, que quedaron levantadas en 2017.

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