Crónica Hungría.- Una Hungría dividida conmemora el 50 aniversario de la revolución anti comunista

Actualizado: sábado, 21 octubre 2006 18:53

Las celebraciones se entienden como el reflejo de una nación marcada por el descontento con la política del primer ministro

BUDAPEST, 21 Oct. (EUROPA PRESS) -

Mañana domingo comienza en Hungría la conmemoración de los 50 años de la revolución anti comunista del 25 de octubre 1956 , uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX en el país y que dio inicio a una serie de revueltas populares que terminaron con la retirada total de las tropas soviéticas al año siguiente. Medio siglo después, un país dividido intenta reconstruir los acontecimientos eludiendo la mitología que rodeó a la revolución e intentando determinar cuántos resultaron afectados realmente por la violencia que marcó ese período.

Hasta el momento, se desconoce el número exacto de manifestantes fallecidos por los disparos de francotiradores prosoviéticos durante la manifestación del 25 de octubre. Las cifras oscilan entre los 60 y más de 100 muertos y a día de hoy, el número concreto sigue sin establecerse.

Durante los combates posteriores, se estima un número de muertos cercano a los 2.800, junto con 20.000 húngaros heridos. Por su parte, el número oficial de soldados soviéticos muertos se eleva hasta los 700, y los heridos a más de 1.600. En total, cerca de 200.000 húngaros se vieron obligados a abandonar el país. Cuando Moscú recuperó el dominio sobre el país, al menos 225 húngaros fueron ejecutados, incluyendo al primer ministro Imre Nagy, el 16 de junio de 1958.

Grupos de veteranos, partidos políticos, historiadores, estudiantes y licenciados tomarán parte en las conmemoraciones públicas, que tendrán lugar a partir del próximo lunes. Pero en lugar de manifestarse juntos, muchos grupos han organizado eventos separados, reflejando las divisiones que afectan al país.

UNA NACIÓN DIVIDIDA

Esta tensión tiene su origen en las tensiones políticas internas en la sociedad húngara, recientemente puestas a prueba tras las protestas iniciadas por la filtración de una grabación en la que el primer ministro, Ferenc Gyurcsany afirmaba que el Gobierno había mentido sobre la economía para ganar las elecciones; un escándalo que dio luz verde a semanas de violentas protestas.

Sin embargo, dentro del contexto de las celebraciones, la historia personal del primer ministro sale a la luz: muchos sospechan de la legitimidad del primer ministro por su relación con la antigua cúpula política comunista. El mismo Gyurcsany ha sido un dirigente comunista juvenil y está casado con la nieta de un oficial que se había opuesto a la revolución. Su familia sigue viviendo en la villa concedida por el antiguo régimen y entre los miembros de su partido socialista se cuentan varios ex afiliados al partido Comunista que dirigió Hungría durante 1989.

"El Gobierno quiere que permanezcámos a su lado el próximo día 23. ¡Nunca!, ¡nunca!; afirma Maria Wittner, sentenciada a muerte en el 56 e indultada tras pasar una década en prisión. "No deshonraremos la memoria de nuestros mártires ejecutados", señala.

El descontento sobre el desastroso estado de las finanzas públicas ha llevado a una profunda sensación de desconfianza ante los beneficios derivados de la entrada de la Unión Europea, lo que podría convertir las celebraciones del lunes en manifestaciones con un alto contenido político y como una protesta pública contra la política del Gobierno.

La oposición de centro-derecha ha declarado que realizará sus propios eventos conmemorativos y que no asistirá a ninguna ceremonia en la que el primer ministro esté presente. Además, algunos grupos de veteranos también boicotearán los eventos oficiales, debido al rechazo que muestran al Gobierno socialista.

Todo esto supone una situación incómoda para Gyurcsany, que recibe a partir de mañana a los representantes de las delegaciones de 56 países para asistir a las celebraciones oficiales. Entre los asistentes estarán el Rey don Juan Carlos I de España, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer y el gobernador de Nueva York, George Pataki, cuyos abuelos paternos eran inmigrantes húngaros.

UNA BREVE REVOLUCIÓN

Cincuenta años después de la revolución, los recuerdos de Freil, una superviviente que asiste al lugar donde su padre fue ejecutado, todavía perviven. "Le mataron sin que lo supiéramos. Nos enteramos de su ejecución cuando fue anunciada por la radio a la mañana siguiente", señaló. "Mi madre le vio una semana antes de que muriera, pero apenas pudo reconocer su cara por las palizas que sufría".

Por su parte, el entonces profesor universitario Janos Varga recuerda el día de la revolución, iniciada con una protesta estudiantil que pedía el regreso del primer ministro Nagy, la retirada de las tropas soviéticas y la explusión de los líderes del partido Estalinista.

"No queríamos derrocar al Socialismo", afirma Varga de 79 años, que si bien admitió que alguna de sus demandas eran incompatibles con el régimen comunista, "no podíamos seguir tolerando el desprecio y las mentiras hacia nuestros sentimientos nacionales".

Los oficiales de la cadena de radio oficial rechazaron publicar la lista de demandas y la policía secreta comenzó a disparar a la multitud que irrumpió en el edificio.

"Fue el comienzo de una revolución armada", afirma el historiados Laszlo Eorsi, autor de varios libros sobre la revolución. "Esos sucesos en la radio fueron totalmente espontáneos. Nadie sabía lo que pasaría al minutos siguiente. No había líder alguno", señala.

A escasas calles de distancia de la cadena de radio, una estatua de Stalin de 18 metros de alto fue derribada y posteriormente destrozada por la multitud.

El líder soviético Nikita Kurschev ordenó la entrada de los tanques en Budapest, pero su efectividad fue limitada, a falta del apoyo de la infantería. Los vehículos armados se enfrentaron a cócteles Molotov, vagones de tren descarrilados y calles empapadas en aceite para desensamblar las ruedas de oruga de los carros de combate.

El comandate militar en Budapest, Bela Kiraly, recuerda cómo intentaba organizar a la policía, al Ejército húngaro y a los insurgentes en un único cuerpo mientras el nuevo Gobierno de Nagy se preocupaba de estabilizar el país.

"El día 28, pensé que habíamos ganado", afirma Kiraly, de 94 años, que se convirtió en historiador y profesor universitario en Estados Unidos después de huir a occidente.

El 4 de noviembre, cerca de 100.000 tropas soviéticas, acompañadas de 4.500 tanques, entraron Budapest y acabaron con rapidez con la resistencia armada, aseveró Kiraly.

"No fue la revolución la que resultó derrotada. Fue la superioridad física sin precedentes de los soviéticos la que acabó con el Gobierno revolucionario en una guerra no declarada".