Hay que ayudar a cumplir el sueño de Solaf: ser doctora

Solaf, refugiada siria en Líbano
ENTRECULTURAS
Ahmad
Publicado: jueves, 15 marzo 2018 8:20

A sus 13 años, esta refugiada siria en Líbano ha perdido tres años de su educación

BEIRUT, 15 Mar. (Por Macarena Romero, departamento Estudios e Incidencia Entreculturas) -

Estoy en Líbano. He venido a conocer a niños y niñas como Solaf. Solaf tiene 13 años y lleva dos años acudiendo a la escuela de Nikseh, un colegio al que siente que ha llegado tarde porque "al principio cuando llegué con mi familia desde Siria no había colegio en esta zona así que estuve tres años sin ir".

Su sueño es ser doctora. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) abrió hace ahora dos cursos, con la ayuda de Entreculturas, un lugar de protección para Solaf y para casi 1.600 niñas y niños refugiados sirios que han escapado de un conflicto que se recrudece cada año. Este 15 de marzo se cumplirá el séptimo aniversario de esta sangrienta guerra.

Ella ahora vive en uno de los varios asentamientos informales en Bar Elias, Líbano, una zona inhóspita a menos de 30 kilómetros de la frontera con Siria, a donde llegó hace tres años junto a su familia huyendo de la guerra.

"LA VIDA NO SE PARA"

También he conocido a Ahmad, refugiado sirio. Empezó dando clases en una tienda del campo de refugiados cercano a la escuela en la que ahora trabaja como profesor, el centro Nahreyeh, desde hace tres años. Nos cuenta que las niñas y niños sirios han huido de una guerra y que esto afecta enormemente a nivel emocional y psicológico: tienen miedo a hablar por haber vivido en ambientes violentos. Cuando llegan a Líbano las condiciones no son fáciles y sin embargo él dice muy convencido que "la vida no se para, tenemos que seguir viviendo".

Para poder vivir en los asentamientos, que son terrenos donde acampan las personas refugiadas, deben pagar una renta entre 70 y 100 dólares al propietario, el "shawish" (dueño de las tierras en árabe) según me cuenta el equipo JRS. En algunas de las tiendas puedes encontrar alrededor de 10-12 personas viviendo.

Aunque tienen acceso a electricidad y agua caliente, las condiciones son duras, especialmente durante el invierno cuando nieva y llueve, lo cual complica la convivencia entre las familias, ya que muchas comparten tienda de campaña, recursos, se reparten las tareas y los gastos.

Además, Ahmad lidia con la xenofobia en Líbano cada día. "Tal vez ahora el hecho de ser sirio no va a ser bien recibido en Líbano o en ningún otro país", reflexiona. Este pequeño país ocupa sin embargo el tercer lugar en el ranking mundial de países de acogida de personas refugiadas, con una población libanesa de 4 millones de habitantes, actualmente tiene casi un millón de personas refugiadas viviendo en asentamientos formales e informales.

Quizás por ello la idea de volver a Siria está siempre presente cuando hablo con él. Como en la voz de Rania, otra maestra a quien también he tenido la suerte de conocer. Ella me dice que le gustaría "pedir al mundo que ayuden a las personas refugiadas sirias a volver a su país y que faciliten que el profesorado pueda ofrecer a los niños y niñas una educación porque es lo más importante que pueden tener".

SIN DERECHO A LA EDUCACIÓN

Esta necesidad choca de bruces contra la realidad. En los siete años de guerra, 2,4 millones de niños y niñas sirios han visto interrumpido el ejercicio de su derecho a la educación: 1,75 millones siguen en Siria y 730.000 se encuentran en países limítrofes como Líbano.

A lo largo de estos 7 años de conflicto, uno de cada tres centros escolares sirios han sido destruidos o están destinados a otros usos. Privar a niños y niñas de su educación supone perder su presente y su futuro, sus posibilidades de aprender, jugar y vivir una infancia y una vida adulta con dignidad. Ese tiempo no se recupera.

Como indica Ahmad, "tenemos muchas dificultades, por ejemplo llega un alumno de 11 años y hace tres que no va a clase". "Se va a olvidar del colegio, de lo aprendido, y nosotros tenemos que empezar a enseñarle desde el principio", subraya.

La falta de espacios disponibles, el precio del transporte, las barreras del idioma, la discriminación así como las impredecibles normas de inscripción de un sistema débil, son los principales obstáculos a la matriculación y la asistencia en escuelas públicas que ofrecen educación tanto formal como informar en Líbano.

Y todo ello pese a que la educación es un derecho humano reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en el Pacto Internacional por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Nuria Ferré, técnica de incidencia política en el JRS, señala que "es especialmente preocupante ver que el alumnado cuando cumplen 14-15 años y terminan la educación primaria en nuestros colegios, no siguen asistiendo a clase". "Muchos de ellos acaban trabajando debido a la situación de pobreza en la que viven. Es una edad crítica y precisamente por ello hay que trabajar con el Gobierno libanés en garantizar el acceso a educación secundaria", defiende.

El derecho a la educación está a su vez protegido en situaciones de conflicto y crisis por el Derecho Internacional Humanitario y la vulneración se perpetúa a medida que el conflicto se recrudece, dentro y fuera del territorio en guerra.

Así, cientos de niños y niñas como Solaf, se han convertido en víctimas de este conflicto, ya que han visto interrumpido su derecho a aprender. Ella no pudo ir al colegio entre los 8 y los 11 años. "Ahora mismo estoy en cuarto grado, aunque debería estar en un curso más, pero cuando llegamos aquí a Líbano no había colegios hasta que abrió este". "Estuve casi tres años sin ir a clase y me dio mucha pena, se me olvidó todo lo que había aprendido antes", nos cuenta.

Esta dificultad de la que también nos hablaba Ahmad, se logra vencer ya que en su opinión el colegio es mucho más que adquirir conocimientos. "Lo más importante es que sientan seguridad y amor, que puedan soñar y que quieran perseguir sus sueños, en eso es en lo que trabaja el JRS, porque sin sueños el país no se arregla, es importante que vuelvan con ilusión a su país".

¿QUÉ PODEMOS HACER DESDE ESPAÑA?

Ante esta situación, ¿qué podemos hacer desde los países occidentales, como España? He venido a conocer historias como la de Solaf pero también estoy aquí para tratar de contribuir a su sueño de ser doctora ya que todas las personas desde cada lugar como ciudadanía global de un mundo interconectado, tenemos una responsabilidad con ella, con su futuro y con el de su país.

El Gobierno español debe impulsar de manera decidida el respeto al Derecho Internacional Humanitario y la protección de las escuelas, aprovechando su lugar en el Consejo de Derechos Humanos, de forma que estas no sean objeto de ataques durante los conflictos armados.

Y a la vez, debe trabajar por un política migratoria y de asilo europea que sea coherente con los Derechos Humanos: es su deber compartir la responsabilidad frente a los grandes movimientos migratorios, favoreciendo la llegada de personas refugiadas por vías legales.

Además, la responsabilidad española está también ligada a la política pública de cooperación al desarrollo (AOD) que es fundamental para apoyar los servicios sociales y educativos en países como Líbano, para fortalecer sus políticas de integración y acogida y fomentar que niñas como Solaf puedan acceder a educación secundaria y a la universidad.

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