Los inmigrantes que llegan a Libia no encuentran la tierra prometida

Actualizado: sábado, 31 mayo 2014 21:20

TRIPOLI, 31 May. (Reuters/EP) -

Europa no es el único lugar en el que los inmigrantes subsaharianos buscan el comienzo de una nueva vida. Durante mucho tiempo, Libia, rica en petróleo, ha sido un imán para ellos pero el caos que actualmente se encuentran al llegar al país no se corresponde con lo que esperaban.

Muchos inmigrantes se enfrentan a su llegada a una sociedad hostil contra ellos y las nuevas autoridades libias no están preparadas para gestionar la afluencia de extranjeros indocumentados que buscan trabajo.

"Es muy difícil encontrar un trabajo. Hay demasiados inmigrantes. Yo crucé Argelia y tuve que pagar mucho dinero por un guía", ha relatado Abocar, un joven maliense que ha llegado a Libia esperando conseguir dinero para su familia. Las escasas oportunidades laborales dejan a muchos en una especie de limbo, sin dinero para ir a Europa ni para regresar a casa.

Tras la guerra civil de 2011, las fronteras se han convertido en la vía de entrada al país para los inmigrantes, pero Libia no cuenta con la legislación necesaria sobre el estatus y los derechos de los inmigrantes, que se encuentran en la mayoría de los casos sin acceso a la sanidad, educación o a los servicios financieros.

La mayoría ha pasado por la cárcel y la estancia en un centro de detención es casi un rito, todos lo han hecho alguna vez. Algunos incluso más de una. "La primera vez que me cogieron en Sabratha estuve en prisión durante un mes y cinco días. Había unos 500 (inmigrantes) de Nigeria, Somalia, Eritrea,...", ha asegurado Abocar. "La segunda vez estaba esperando en la plaza. Estuve en prisión doce días por no tener visado".

"La mitad de los encuestados no quieren quedarse en Libia, de los cuales el 58 por ciento querría regresar a su país de origen", señala una encuesta realizada por la ONG Consejo para los Refugiados Danés, realizada a partir de las entrevistas a un millar de inmigrantes.

Sin embargo, continuar viaje hacia el norte no es una opción para ellos, ya que conocen los riesgos de cruzar el Mediterráneo. "Es demasiado peligroso intentar ir a Europa", ha explicado otro de los inmigrantes que busca trabajo en las calles de Trípoli.

El frágil Gobierno de Libia lucha por incrementar su legitimidad e imponerse sobre las brigadas insurgentes de antiguos combatientes. La Asamblea Nacional ejerce un control muy limitado, especialmente fuera de la capital del país. Este pasado domingo, hombres fuertemente armados leales al general renegado Jalifa Haftar entraron en el Parlamento pidiendo su suspensión y la expulsión de los milicianos islamistas.

La economía Libia ha estado presionada por el cese de las exportaciones petroleras durante casi diez meses debido a las protestas por lo que el Parlamento estudia congelar los salarios públicos y recortar los subsidios para alimentos o productos de primera necesidad. Los grandes proyectos se han estancado y el interés de las compañías extranjeras está decreciendo como consecuencia de los secuestros y atentados en Trípoli.

TRABAJADORES EN LAS CALLES

Los inmigrantes, que no cuentan con ninguna institución oficial que les ayude a encontrar trabajo, se ven obligados a apostarse en las autopistas o rotondas esperando a que alguien pueda necesitar un albañil.

En el céntrico distrito de Feshlum, en Trípoli, centenares de trabajadores esperan a los lados de una rotonda, martillo o pico en mano, y sentados al lado de sacos de cemento y montones de grava y arena, listos para cualquiera que necesite un obrero.

Otro trabajador maliense, Ahmed Jari, ha conseguido finalmente un trabajo en una tienda en la plaza en la que solía esperar a que le recogiesen para realizar algún trabajo de albañilería. "El trabajo aquí depende del día. Tienes a 200 personas esperando y solo 30 encontrarán trabajo", ha afirmado.

Las condiciones de vida tampoco son decentes. Normalmente, viven en barrios pequeños en los que se hacinan hasta cinco personas en una misma habitación. Generalmente también son acosados por la Policía o por bandas locales.

Los trabajadores son engañados y se les paga menos de lo que les habían prometido. "A veces no me tratan bien. Acordamos un precio de 100 dinares pero cuando está acabado solo me dan 60", ha asegurado Abocar. "Los niños de la calle me han robado el teléfono y el dinero", ha añadido.

Leer más acerca de: