Condenados dos vallisoletanos a penas que suman casi 20 años por sendos atracos cometidos el mismo día

Actualizado: martes, 25 noviembre 2008 19:19

VALLADOLID, 25 Nov. (EUROPA PRESS) -

La Audiencia de Valladolid impuso un conjunto de penas que suman casi veinte años de prisión, frente a los cuarenta que en su conjunto había solicitado el fiscal, a José Luis F.B. y César G.T. como autores de dos atracos cometidos a mano armada el pasado día 7 de febrero en sendas sucursales de Caja Duero en Valladolid capital, de las que se llevaron un botín de 2.325 euros tras amenazar a los empleados con una pistola de fogueo y un subsufil automático.

En su fallo, la Sala impuso las penas más elevadas a José Luis F.B, en total diez años y medio, como autor de sendos delitos de robo con uso de arma peligrosa (artículo 242.2 del Código Penal), con la agravante de disfraz, y de otros dos delitos de tenencia ilícita de armas y atentado.

Su compañero de banquillo, César G.T. fue condenado a una pena de nueve años y tres meses por dos delitos de robo con uso de arma, con la agravante de reincidencia. Además, en el primero de los atracos cometidos se le aplica igualmente la agravante de disfraz, algo que no ocurre en el segundo por cuanto en éste actuó con la cara descubierta.

El tribunal, sin embargo, acordó absolver a ambos del delito de depósito de armas de guerra, relativo a la posesión del subfusil, y dictó también sentencia absolutoria en el caso de César G.T. respecto de un delito de atentado.

Durante el juicio, el Ministerio Fiscal había solicitado 20 años de prisión para cada uno de ellos por dos delitos de robo con intimidación y uso de arma peligrosa, un delito de depósito de armas de guerra y otro de atentado, junto con la obligación de indemnizar a Caja Duero con 453 euros.

Frente a ello, el defensor de César G.T. había pedido una sentencia absolutoria y el del José Luis F.B, que inicialmente solicitaba lo mismo, modificó e interesó para este último 1,5 años por tenencia ilícita de armas y, subsidiariamente, 5,5 años (dos por cada robo sin uso de arma y 1,5 por tenencia de armas).

En su alegato, el fiscal consideró probado que José Luis F.B. y César G.T, el primero de ellos armado con un subfusil automático marca Cetme y el segundo con una pistola detonadora pero manipulada para poder disparar, penetraron el día de autos en ambas entidades de Caja Duero, una situada en la calle Huelgas y otra en José Luis Arrese, y ocultos con pasamontañas y gorras se apoderaron de 1.255 y 1.070 euros, respectivamente, tras amenazar a las empleadas de caja.

Sin embargo, durante el juicio ninguno de los procesados se reconoció culpable, si bien las versiones de lo ocurrido ese día no pudieron ser más inconsistentes. Así, José Luis F.B. explicó que ese día se hallaba en el cementerio, dado que trabaja para Mármoles San Andrés, y añadió que momentos antes de ser detenido se encontró en la Plaza de Portugalete con el otro acusado, al que conocía.

UN SUBSUFIL PARA DEFENSA PERSONAL

Aunque uno de los atracadores vestía una cazadora tres cuartos oscura, un pasamontañas y una braga militar, las mismas que portaba José Luis F.B. en el momento de la detención, éste justificó tal coincidencia en que el trabajo que desarrollaba a la intemperie en el camposanto le obligaba a ir bien abrigado.

Respecto del subfusil que también le ocupó la policía, el procesado dijo que lo había adquirido dos días antes en Madrid por motivos de seguridad personal. "Estaba amenazado y lo había comprado por precaución, aunque desconocía que esta considerado como arma de guerra", indicó en su descargo José Luis F.B, quien negó que al ser detenido llegara a apuntar a uno de los agentes pues, como así advirtió, el arma iba empaquetada y el cargador con los proyectiles lo llevaba en un bolsillo del pantalón.

Su supuesto cómplice, César G.T, ex toxicómano, ofreció una versión exculpatoria todavía más sorprendente. No sólo negó la comisión de ambos atracos sino que atribuyó su incriminación en los hechos a un "complot" policial. "Esto viene ya de hace muchos años por parte de un grupo policial que me tiene manía persecutoria, que me hace la vida imposible y me está machacando", insistió César, quien negó que la pistola que la policía le vio arrojar al suelo fuera de su propiedad y explicó que en el momento de la detención salió corriendo porque tenía una causa judicial pendiente por una pelea.

NINGUNO DE LOS EMPLEADOS PUDO RECONECERLES

Los empleados de las entidades asaltadas recordaron ante la sala cómo se produjeron los hechos y coincidieron al señalar que el más alto de los acusados, que el llevaba el tres cuartos oscuro bajo el que asomaba el cañón de un subfusil, era el que se apostó en la puerta mientras el otro, en el primer atraco con una cazadora naranja y en el segundo con una negra, llevaba la "voz cantante" y blandía la pistola en demanda del botín.

"No me acuerdo muy bien de si dijo ¡esto es un atraco! o ¡todos quietos!, ya que, desgraciadamente, he sufrido ya más atracos", declaró una de las empleadas, quien, al igual que el resto de compañeros que declararon en el juicio, no pudo reconocer a los acusados como los autores de ambos asaltos debido a que actuaron con la cara cubierta.

El testimonio ofrecido por los policías que participaron en la detención, junto con las armas y parte del botín, compuesto por billetes y monedas aún dentro de cartuchos o blister, así como las prendas ocupadas a los procesados, coincidentes con las aparecidas en las cintas de seguridad de las entidades bancarias, constituyeron la principal prueba de cargo valorada por la Sala a la hora de justificar el fallo condenatorio.