Actualizado 25/09/2018 08:01

No te va a gustar.- De acuerdo: esto es impopular, a mí me disgusta, pero...

MADRID, 25 Sep. (OTR/PRESS) -

Soy muy consciente de cuál es el estado de opinión en el resto de España acerca del mantenimiento o no de la prisión preventiva de los políticos encarcelados en Cataluña. Escucho determinadas emisoras de radio, leo muchas columnas en muchos periódicos cada día, hablo con bastante gente como para no darme cuenta del disgusto que van provocando las declaraciones de ministros y hasta las sugerencias del presidente Sánchez en torno a que ya va durando demasiado esta prisión provisional de los 'políticos presos', que no de los presos políticos. Y un posible indulto, cuando sea y tras el juicio correspondiente, que se dilata sin explicaciones, también ha aparecido ahora en el horizonte. Ya veríamos, esa es otra cosa, cuál sería el Gobierno que, de acuerdo con las otras fuerzas parlamentarias, tendría que proceder a conceder estos indultos, que, para colmo, ya hasta parecen insuficientes a los independentistas.

Uno, que tiene su corazoncito y sabe que no se puede dar un golpe de Estado impunemente, quisiera sumarse al coro de los indignados, de los que dicen que el Ejecutivo de Sánchez y sus acólitos se han echado en brazos de los independentistas y que a ver en qué 'cesiones' a Puigdemont, Torra y compañía va a acabar todo esto. Sin embargo, hace tiempo que comprendo que la razón de eso que se llama Estado tiene razones que el corazón (y tantas veces el cerebro) no entienden. Y que el mantenimiento en la cárcel, sea provisional o definitiva, de Junqueras y demás, solamente va a agravar el evidente problema que el resto de los españoles tenemos ya con los catalanes, y me parece que no hablo ya solamente de los independentistas: se ha abierto un abismo peligrosísimo, que no solamente afecta al bienestar de los propios catalanes, sino al conjunto de España y de sus instituciones, comenzando por el Rey. Y lo mismo está ocurriendo en el resto de España con respecto a Cataluña.

No podemos, simplemente no podemos, seguir manteniendo tal riesgo de divorcio moral, que no físico, porque aún me parece que esto segundo es imposible. Lo que se piensa en las calles de Cataluña sobre los 'presos políticos', lleve o no un lazo amarillo quien lo piense, es radicalmente diferente de lo que se siente --y se piensa-- a este lado del Ebro. Algunos explotan esta dicotomía en beneficio, creen, de sus posibilidades electorales. Pero no es el momento de pensar en encuestas ni en urnas; es el momento de hacer valer la Política, con mayúsculas. Y he de reconocer que eso es lo que está intentando, no sé si con demasiada sabiduría y fortuna hasta ahora, y arrostrando impopularidades en buena parte del resto de España, el Ejecutivo de Pedro Sánchez, tan equivocado, a mi juicio, en tantas otras cosas y materias.

No podemos quedarnos en el palo y no en la zanahoria, ni en la aplicación más rigorista de la ley, cuando hay otras interpretaciones posibles. Es urgente volver a una cierta 'conllevanza' del problema catalán, como hicieron, en circunstancias también muy difíciles, Adolfo Suárez y Tarradellas. Que Sánchez no sea Suárez ni Puigdemont (ni Torra, claro) Tarradellas es constatación que no nos arregla las cañerías. Saber que el mejor interlocutor posible desde el bando independentista se encuentra en la cárcel tampoco es que mejore las cosas, sino al contrario: puede que estemos, entre todos, fabricando un 'Nelson Mandela a la catalana', que es algo que en nada beneficia al entendimiento, sobre todo si la versión catalana no se ajusta al comportamiento generoso y perdonador de la versión sudafricana.

Porque hay que entenderse y negociar, que es ceder una parte para conseguir lo más, es decir, el olvido (aunque sea temporal) de los planteamientos independentistas unilaterales. Y claro que hay caminos posibles, desde los constitucionales --un referéndum de acuerdo con el artículo 152.2 de la Carta Magna-- hasta los económicos. Pasando por acabar con unas prisiones provisionales que todos --también, por cierto, y me consta lo que digo, el anterior Gobierno de Rajoy, pese a que fue quien 'judicializó' el asunto-- estiman ya que están prolongándose en exceso.

Ignoro cuál es la 'hoja de ruta' concreta del Gobierno central, ya en vísperas de lo que vaya a ocurrir en la siniestra 'conmemoración' del próximo 1 de octubre. También, claro, ignoro hasta dónde están dispuestos a flexibilizar sus irracionales posturas los hombres de la Generalitat a la vista de un posible pacto en el que ellos ganen 'algo' (mejoras en el Estatut, para comenzar). Solo digo que con la involución, apoyando las posiciones de los 'halcones', predicando un regreso implacable del artículo 155, seguiremos como hasta ahora. Es decir, cada día peor. ¿Es eso lo que a alguien podría interesarle?

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