Publicado 14/03/2018 08:00

No te va a gustar.- El gran, enorme, error de Pedro Sánchez

MADRID, 14 Mar. (OTR/PRESS) -

Pienso, para empezar, que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, es una figura política que, aunque solamente fuese por la representatividad del cargo, está llamada a tener una gran relevancia: se lo ha ganado en las primarias de su partido, que sigue siendo el segundo en importancia, por más que la irrupción de Ciudadanos en las encuestas haga tambalear muchos conceptos que parecían asentados. Sánchez ha tenido aciertos, pero también ha cometido bastantes errores desde que, aún no hace ni cuatro años, ascendió al poder en la histórica formación creada por Pablo Iglesias (Posse) hace 139 años. El mayor de estos errores ha sido, a mi entender, el haber renunciado, mal aconsejado, a su acta de diputado. Y eso le priva, como más reciente ejemplo, de asistir con protagonismo a los grandes debates parlamentarios de esta semana, el de pensiones este miércoles y el de la prisión permanente revisable, el jueves. Dos oportunidades (más) perdidas, que cooperan, para colmo, a la falta de relevancia que ha adquirido nuestro Legislativo.

No voy a entrar en el fondo de ninguno de los dos debates, sin duda importantes y oportunos --y no, creo, oportunistas, al menos el primero--, calentados por las protestas en la calle, por un lado, y por el horrible asesinato de un niño y el recuerdo de otros crímenes aborrecibles recientes, por otro. La sociedad es un volcán de pasiones, no suficientemente encauzadas por nuestras fuerzas políticas ni, por consiguiente, por el Parlamento, que duerme el sueño no sé si de los justos desde hace demasiado tiempo, un sueño solo alterado por la pesadilla de algunas puntuales, inconvenientes, ocurrencias.

Y ahí es donde entran Rajoy, Rivera, Iglesias y, naturalmente, Pedro Sánchez. No sé si los ciudadanos estamos lo suficientemente bien representados. Rajoy deja pasar las oportunidades como un tenista lesionado deja pasar las bolas envenenadas de sus oponentes: nunca sube a la red cuando se manifiestan las mujeres o los jubilados y entonces, claro, devuelve los golpes algo tarde y con menos fuerza. Rivera, arropado por un indudable buen momento entre la ciudadanía, aguarda. Iglesias se sigue equivocando, y es el más impopular de los líderes políticos: puede condenar a la formación a la que tan brillantemente aupó a un antes impredecible ostracismo. ¿Y Sánchez?

Participé, en un programa televisivo de indudable prestigio y junto a varios colegas, en una entrevista a Sánchez. Hacía casi cuatro años que el líder socialista no aparecía por aquellos estudios. Las preguntas fueron, supongo, las previsibles, en un clima de respeto y ausencia de confrontación: pudo lanzar los mensajes que hubiese querido. En las horas y días siguientes, ningún medio recogió con algún destaque lo que el secretario general del PSOE había dicho. Le ha ocurrido en otras ocasiones y en comparecencias de diversa factura: no traspasa la barrera del sonido. Lo cual, con su ausencia forzada en el Parlamento, que deja la primera fila a figuras como Margarita Robles, José Luis Ábalos o Adriana Lastra, resulta especialmente grave.

Quizá por ello, Sánchez ha convocado unas jornadas de reflexión --demasiada amalgama, con la que está cayendo, en los temas planteados en agenda, me atrevería a opinar-- bajo el título de 'escuela de buen gobierno'; en estas jornadas ha pretendido agrupar a todos los sectores del PSOE, incluyendo a los veteranos que muestran no quererle demasiado después de que él haya mostrado hasta la saciedad lo mismo hacia ellos. Personalmente, pienso asistir, como mirón periodístico --lo habitual en quien suscribe--, al menos a la clausura, que estará a cargo, claro, del propio Sánchez, el domingo. Para entonces, habremos comprobado si esos veteranos, algunos predecesores de Sánchez --Felipe González, Rubalcaba, Zapatero--, han comparecido a la 'cita de la unidad', y si lo han hecho algunos de los 'barones' territoriales más notorios --Susana Díaz, Ximo Puig, Javier Fernández, Lambán, García-Page-- . Será una muestra, una más, de las posibilidades o dificultades de Sánchez para salir adelante al frente de su partido.

Creo, sin embargo, que hay que dar una oportunidad a Pedro Sánchez. Quizá no por sus méritos personales --a muchos nos ha fallado mucho, como le sugería una vez--, sino porque está ahí, y hace falta, en esta sociedad desnortada, como una oportunidad de gobierno de centro-izquierda en un futuro quizá no tan lejano como algunos en La Moncloa piensan. Creo que una hipótesis que no sea muy remota de cambio es necesaria en el debate político español. Y, hoy por hoy, esa hipótesis se limita a Albert Rivera y al propio Sánchez, que tendrán necesariamente que unir fuerzas para llevar a cabo un asalto, urnas mediante, claro está, al poder. Y eso, para Sánchez, será desde fuera del Parlamento, ese Parlamento que ni siquiera se atreve a celebrar el hasta ahora anualmente habitual debate sobre el estado --y qué estado-- de la nación.