Publicado 09/07/2018 08:00

Francisco Muro de Iscar.- Una entrevista transparente

MADRID, 9 Jul. (OTR/PRESS) -

"Uno de los fenómenos más característicos de la vida política española en los últimos veinte años ha sido la aparición de regionalismos, nacionalismos, separatismos; esto es, movimientos de secesión étnica o territorial. ¿Son muchos los españoles que hayan llegado a hacerse cargo de cuál es la verdadera realidad de tales movimientos? Me temo que no". No son las palabras de algún político español de este tiempo, a derecha o izquierdas, sino de José Ortega y Gasset hace más o menos cien años. Es decir, que el problema viene de largo y previsiblemente no acabe pronto. En ese siglo que ha pasado no hemos sido capaces de encontrar una solución, no solo porque los distintos políticos de los muy diversos partidos no han sido capaces de encontrarla, sino, tal vez, porque no la tiene, al menos legalmente y de forma dialogada. Y como, aquí y ahora, no parece que nadie vaya a declarar una guerra al otro, algunos han creído que es el momento perfecto para tratar de lograr el objetivo por la política radical de hechos consumados. Sin mayoría suficiente -con más ciudadanos en contra que a favor-, sin sujeción a la ley pero con una mayoría política en el Parlamento, agitada por los más radicales, y con líderes que no resistirían un asalto en una situación normal. Con lo único que no contaban es con una justicia realmente independiente.

Denunciaba Ortega que el mal español, entonces, tal vez ahora más, es la falta de cohesión y de unidad social, la imposibilidad de definir un proyecto de todos y para todos. Con una excepción, sin duda: el período constituyente del 78, uno de los mejores de la historia de España, que nos ha permitido vivir la mayor época de democracia, libertades y progreso. Eso lo hemos perdido hoy. "Cualquier fuerza, decía entonces Ortega, tiene poder para deshacer pero nadie tiene fuerza para hacer, ni siquiera para asegurar sus propios derechos".

Este lunes habrá un encuentro importante en el Palacio de La Moncloa entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat, que no hay que olvidar, ¡quién lo diría!, es el máximo representante del Estado español en Cataluña. Torra dice que viene a dialogar sin condiciones previas pero sobre la autodeterminación de Cataluña. El presidente Sánchez, por personas interpuestas, ha dicho que se puede hablar de todo, pero que "con la Constitución no hay más margen que su cumplimiento". Con esas premisas, el diálogo puede durar cinco minutos... o dos horas inútiles. El problema es que ni Sánchez ni, mucho menos Torra, cuentan con respaldo suficiente para ofrecer una salida a esta crisis. Sánchez debería tener, cuando menos, el apoyo del frente constitucional para ser más fuerte ante Torra, pero dudo que haya consultado con alguien del Partidos Popular -por más que ahora sea difícil- o de Ciudadanos. No va en su estilo reciente porque ha preferido encargar negociaciones y visitas a Pablo Iglesias y negociar acuerdos con los separatistas y hasta con los herederos de ETA. Y Torra, por más que sea presidente interpuesto de la Generalitat, sólo lleva, y con reparos, la representación de la mitad de Cataluña. Con la otra mitad ni siquiera habla.

Dialogar nunca es malo. Que el presidente de la Generalitat, como el de cualquier otra autonomía, acuda a La Moncloa, siempre es importante. Es la sede del Gobierno de la nación. La reunión debe ser transparente. Ya sé que no puede televisar en directo, pero no estaría mal que todos supiéramos, punto por punto, lo que se propone allí y, más aun, lo que allí se acuerda.