Publicado 29/03/2018 08:00

Francisco Muro de Iscar.- Semana de Pasión

MADRID, 29 Mar. (OTR/PRESS) -

"La negra barba pende sobre el pecho./ El rostro no es el rostro de las láminas./Es áspero y judío./ No lo veo/ y seguiré buscándolo/ hasta el día/ último de mis pasos por la tierra". Los versos de Borges sirven para entrar en esta Semana de Pasión. La Semana Santa enraizada en nuestra cultura, en nuestra tradición y en nuestra fe. Una fe que ha hecho a España y a Europa lo que son y sin la que no se pueden entender. España y Europa, tierras de derechos, de convivencia, de cultura, de defensa de la vida y de fe. Por mucho que esta sociedad se vea sacudida por la galopante secularización y desafección a la Iglesia, la esencia es, sigue siendo, católica. Por mucho que los ciudadanos sean cada vez menos practicantes -apenas un veinte por ciento de la población va a misa cada domingo, aunque diez millones siguen siendo muchos-, cerca de un setenta por ciento siguen considerándose católicos. Como acaba de decir el Papa Francisco, la Semana Santa "es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza, la fiesta de la salvación, la semana más importante del año".

Es, debería ser, una semana para reflexionar, para mirar hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, porque para rezar a Dios, para reencontrarse con su mensaje de amor, antes hay que buscar a Dios. Hacia afuera, porque su mensaje de salvación, de eternidad, descansa en lo que cada uno de nosotros hace por los demás, especialmente por los que tienen menos, por los que han perdido la esperanza. Y de esos hay cada vez más porque cada día crece la desigualdad en nuestras sociedades.

Es también una Semana para compartir fe, tradición y cultura en las calles de nuestras ciudades, para dejarse llevar por el mensaje de amor, desde el norte hasta el sur, desde el silencio profundo de las procesiones en Castilla al bullicio y las saetas de Andalucía; desde las tamborradas de Aragón, hasta la belleza de las imágenes en Cuenca o en Murcia. Durante unos días, España se llena de pasos y tronos y lleva a la calle el mensaje del Dios que se hizo hombre y murió por nosotros y la pasión de un pueblo que describió Machado: "¡Cantar del pueblo andaluz que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz!".

Cada año hay más gente en las calles viendo las procesiones de Semana Santa o participando en ellas. Calles abarrotadas, sentimientos vivos, fe profunda, respeto de los que no creen. Una enorme manifestación de fe y de cultura. En apenas dos décadas, el número de cofrades en España, con plena incorporación de la mujer, ha pasado de un millón ¡a tres millones! Y tal vez sean más, con crecimientos importantes en regiones donde se había perdido la tradición como el País Vasco, donde ayer se escuchó una saeta en euskera, o Cataluña. Más de 10.000 cofradías, que tienen como motor a los laicos, posiblemente el mayor movimiento asociativo en España, mantienen vivo el espíritu de la Semana Santa y trabajan durante todo el año para dar profundidad religiosa a los sentimientos y las emociones.

El cardenal Ravasi dice que Borges, desde su increencia, tuvo la intuición de que el rostro de Cristo hay que buscarlo en los espejos donde se reflejan los rostros humanos, porque detrás de los rostros, a menudo deformados, se esconde la imagen de Cristo. Esta Semana de pasión es una oportunidad única para mirar al Cristo de la Cruz. Como dijo Borges, "tal vez un rasgo de la cara crucificada/ acecha en cada espejo;/ tal vez la cara se murió, se borró,/ para que Dios sea todos". Hay que salir a la calle para contemplar una tragedia que acaba y comienza en la Pascua, la clave del cristianismo y la esperanza de todos los creyentes en el Cristo resucitado.

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