Publicado 04/05/2018 08:00

Rafael Torres.- Ni el juez, ni el ministro

MADRID, 4 May. (OTR/PRESS) -

Rafael Catalá ya era un pésimo ministro de Justicia antes de meter la gamba en el asunto del voto particular discrepante de la sentencia de La Manada. Ello no empece, sin embargo, para que la mayoría de la población haya percibido dicho voto como fruto de un pésimo juez.

Un buen ministro de Justicia es aquél que procura y consigue que la Administración de la misma responda a las necesidades y a las aspiraciones de la sociedad a la que sirve dotándola de los recursos necesarios y respetando su independencia. Uno malo fue Gallardón, que nada hizo bien y llamó a los jueces peseteros, y otro de semejante jaez éste Catalá que, por las prisas en adherirse al clamor de la masa contra el magistrado disidente, improvisa en una emisora de radio una mendaz alusión a su calidad profesional y personal. Y un buen juez es el que, independientemente de sus apreciaciones y de sus conclusiones, trata con el máximo respeto al que demanda justicia, y no el que despacha a una joven ciudadana que denuncia haber sido objeto de una violación múltiple diciendo que andaba de jolgorio y excitada sexualmente.

Como se aprecia, el sindiós se ha instalado en un lado y en otro, por no hablar de la escasa importancia que se le concede al hecho de que dos de los condenados de la sórdida jauría sean miembros de instituciones armadas del Estado. Uno, guardia civil; el otro, militar. ¿Qué filtros psicológicos, y no digamos educativos o culturales, pasaron para poder ejercer funciones de protección de sus compatriotas? En éste caso hay, aunque le pese al juez del jolgorio, una víctima, una víctima, además, de actos aberrantes y gravísimamente atentatorios contra su dignidad, pero no es la única, pues, bien que en un grado mucho menor en los personal, lo es toda la sociedad española en su conjunto, maltratada por un Estado deficiente.

Sería un error adscribirse, como se plantea desde algunos medios y sectores, al bando del ministro de Justicia o al bando del juez de Navarra. Ni uno ni otro han demostrado estar a la altura de lo que de ambos, de sus transcendentes cargos, se espera.