El arzobispo de Valladolid llama a los cristianos a albergar la "lucha" entre el bien y el mal

Actualizado: domingo, 26 noviembre 2006 15:50

VALLADOLID, 26 Nov. (EUROPA PRESS) -

El arzobispo de Valladolid, Braulio Rodríguez Plaza, hizo hoy un llamamiento a los cristianos para que alberguen la "lucha" entre el bien y el mal en vez de "cerrar los ojos" y negarse a esta lucha por culpa del miedo.

En su carta pastoral del domingo, el arzobispo recordó que los seres humanos son "también" el terreno donde se libra una lucha, no sólo entre el bien y el mal, sino, de modo más personal, entre Dios y Satanás, por lo que les invitó a "no tener miedo" dado que esta actitud supondría estar expuesto "al miedo de la muerte".

"No se puede quedar uno en tierra de nadie, sin luchar porque todo está mal", subrayó Rodríguez Plaza en su epístola antes de reconocer que muchos cristianos pueden estar en esta "situación espiritual" debido al "miedo" a hacer algo y de apostar, frente a ello, por "entrar en la arena de la vida con la luz del Evangelio".

"Si somos cristianos, no todo da igual", resaltó el Arzobispo, quien concretó que si el ser humano es "un campo de batalla" entre el bien y el mal, la fe cristiana "tiene que ser un heroísmo y una valentía" en la sociedad actual y los hombres deben desempeñar su papel con "libertad humana", que puede favorecer "a uno de los adversarios".

A su juicio, hay personas que no aceptan esta "lucha" por razones como la indiferencia, el miedo, la preocupación por la comodidad y el sosiego, que les "proponen" otra solución: "cerrarse a Dios y al demonio" ante el "temor" por las heridas que recibirían si aceptaran "en sí mismos la lucha del bien y el mal".

"Entonces es bueno recordar que el Señor rechaza a los tibios", recordó Rodríguez Plaza, quien se refirió a unas palabras del Papa del pasado mes de septiembre en las que consideraba que "algunos" piensan "que los proyectos sociales se han de promover con la máxima urgencia, mientras las cosas que conciernen a Dios, e incluso la fe católica, son más bien particulares y menos prioritarias" para concluir, finalmente, que "la cuestión social y el Evangelio son realmente inseparables".