MADRID, 13 Abr. (OTR/PRESS) - Le doy a usted mi palabra de honor de que no tengo la menor intención, ni desde luego la menor capacidad, de contribuir a la caída de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. Si le digo la verdad, tampoco es que arda en deseos de ver esta caída, más allá de las emociones que todo periodista experimenta ante las noticias sensacionales: creo que puedo vanagloriarme de estar situado en una posición de razonable escepticismo, que, desde luego, no puede cegarme a la hora de la crónica política. Y esta crónica indica que sí, que Sánchez puede tener que anticipar elecciones generales antes, bastante antes, del fin de la Legislatura, que se sitúa en horizonte tan lejano como 2027. Y entonces se abriría, se abrirá, una era de cambio profundo ante el que, créame, tampoco se acorta mi distanciamiento de esta pelea política cainita que nos gastamos en este país nuestro.